Hay derrotas que te hacen despeñar, te dejan tirado a la orilla de una carretera de mala muerte, en mitad de un campo de maíz de Kansas dándole golpes a unos zapatos rojos para intentar regresar a OZ porque aquí solo hay rednecks a los que les debes dinero. Pero existen derrotas que te enseñan la otra cara. Algunas, muy pocas, te hacen brillar y te abren la vereda. Ésas son necesarias para acometer grandes desafíos, elevar el espíritu y saberse digno, tanto en la dulzura del éxito como en el amargor del fracaso. Son aquellas que te reúnen con la humildad, imprescindible para el crecimiento. Las que te hacen llegar a las puertas del Mago.
Si alguien hubiera visto solo los dos últimos minutos, tras la expulsión de Corrales y se fijara en el entrenador del equipo derrotado dirigiéndose al centro del campo, igual podría pensar que iba discutir con el árbitro rival la reciente roja o alguna decisión en contra. Sin embargo ese técnico se llama Sergio Lobera y si estaba en esa parte del terreno lo hacía para apoyar a un jugador en concreto. El mismo que 360 segundos antes había perdido una pelota que costó el gol. Ese futbolista que casi consigue el empate en el descuento. El que tiene el número 28 a la espalda, el que había cuajado un partido perfecto y que probablemente no pase la mejor de las noches pero que en su mano está en pasar un de los mejores domingos, el de la redención.
Pero aquel que sí haya visto toda la eliminatoria desde el minuto 1 de la ida, ya sabrá que esta UD disputó el pase a un Betis disparado a la Champions. Que los verdiblancos tan solo fueron superiores con todas las letras durante el lapso de tiempo que pasó desde que entró Beñat en el partido del Gran Canaria y lo que tardó en despertar la UD tras el gol de Rubén. Claro que eso es suficiente cuando eres un equipo que lucha por Europa y tu delantero, que jugaba de chico en el Artesano, empuña una katana de Hattori Hanzo y le mueve por dentro la misma sed de venganza que a Beatrix Kiddo.
La vuelta de la eliminatoria era un encuentro mentalmente complicado de encarar para los locales. Me explico, jugaba ante un dañino rival de inferior categoría liguero, con demasiada poca renta para defender atrás y con demasiada renta para ir al ataque frontal. Y con eso pareció jugar la UD, a la cual no le fue necesario cegarse buscando a Casto para que el guardameta bético viera pasar cuchillos cerca de su portería. Pasaban los minutos y el cuento transcurría igual de bien para los dos equipos, unos clasificados y otros vivos. Parecía una carrera de ciclismo en pista, con un Betis favorito y desconfiado pedaleando delante mirando hacia atrás a Las Palmas que ni mostraba atisbos de atacar en bloque ni de quedarse rezagada. Los acelerones de uno eran respondidos por el otro y viceversa. Obvio que los andaluces tenían mejor empaque, pero los canarios esperaban pacientemente a sus oportunidades sin destaparse los pies.
Y en esto que regresa David González. Y pide la pelota, comienza el ataque florentino de los amarillos. Lobera, a continuación, da entrada a Javi Guerrero. La mano invisible de Adam Smith que maneja los mercados está en el césped, la oferta y la demanda se reencuentran en un partido oficial. Vuelve el toque por dentro. La media vuelta para encontrar otros caminos. El equipo gana estabilidad por el centro, atraen la atención creando espacios para las bandas. Incluso Corrales parece recuperado para la causa atreviéndose con un tiro a puerta. Y entonces ocurre el gol en contra, fallo en una entrega a alguien peor para los intereses amarillos que el mismo Messi. Parecía que Barbosa la sacaba pero esa pelota tenía que entrar. De forma cruel, los verdiblancos se adelantaban, no por merecimientos sino por formas. No fue tras un pase de Beñat, ni vino con un regate y centro de Vadillo. Vino como vino. En la repetición vemos que es el joven palmero el que no acierta con el pase.
Pero tenía que ocurrir lo que ocurrió y cómo ocurrió. La UD debía salir derrotada de esa forma, porque así no es que se pueda perder, así hay que perder. Dejando miel en los labios, hambre en el estómago y brillo en los ojos. Porque este equipo debe tener ganas de comerse el césped el próximo domingo sabiendo que un equipo de Champions ganó porque se le abrió la puerta. Y que si esa puerta no se entorna hay mimbres para la más bonita de las cestas. Enhorabuena UD hoy te hiciste, de nuevo, mayor.
por Néstor Cebrián
@NestorCebrian
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