OPINIÓN | Quizá lo mejor es dejar pasar cuatro horas para escribir y leer, o dos días. A lo mejor con el paso de las horas la sensación de certidumbre de que esto se atascó se diluye. Quien sabe si las noticias del lunes ayudan a dimensionar la importancia real de esta maldita adicción a la decepción. Porque en sábados así uno cree que esta es la demostración empírica de que en fútbol las alegrías son como días de sol en Escocia.
Te puedes mentalizar toda la semana a lo budista. Miranda=derrota. Miranda=derrota. Miranda=derrota. Y alguien de la familia Miranda no es fácil asumir ese mensaje. No obstante, sin expectativas no hay decepción. Pero a pesar de todo, suena el pitido y es creer que hoy se gana. El equipo parece que salió bien- te dices. Hasta que en una aventura en solitario de un burgalés que debió acabar de otra forma, el Mirandés se adelanta. Así que de nuevo vuelve el mantra, Miranda=derrota. Miranda=derrota. Sin embargo la condenada esperanza se agarra al juego, a las ocasiones, a Araujo. Porque hubo juego, ocasiones y Araujo vuelve a estar. Mejor eso que aferrarse a un córner. Aunque paradójicamente así llegaría el gol del empate. Ya está- te dices. Hoy no se pierde. Hoy se gana. Pero una golondrina no hace verano. El Mirandés apretaba y empezó a llover en un saque de esquina en contra. En ese instante un escalofrío recorrió Gran Canaria. Y efectivamente, el puñetero escalofrío tenía razón. Para los actores vestir de amarillo da mala suerte, para los que visten de amarillo, la lluvia.
En ese momento el equipo desapareció, seguían estando sus cuerpos, sus caras, sus camisetas, pero no su juego. Fue caer la primera gota y ellos ya no estaban, y nosotros sin ellos tampoco estamos. Este equipo ya no se levanta de la lona con la facilidad que lo hacía la primera vuelta. Como se alzó dos veces en Ponferrada. Lo pudo hacer una vez este partido, la segunda ya fue demasiado. Y cuando la UD no se levanta se presenta el fantasma de las temporadas pasadas. Da la sensación desde fuera que el combustible que significó la herida lacerante de la promoción, se está convirtiendo en vértigo. Vértigo a no ganar, en vez luchar por no perder cuando se tuerce el camino, algo que ocurre habitualmente desde Lugo. Y fuera, en la grada, la palabra promoción se ha convertido en tabú, no tanto como símbolo de ambición, sino como el monstruo a esconder bajo la cama. Sin embargo, aunque toque semana de “Y Las Palmas qué”, aunque Nauzet se haya lesionado, y veremos Ortuño, aunque el equipo no termine de arrancar. Yo sigo creyendo. Y si toca coger el camino largo, no me preocupa. Ya conocemos la carretera.
por Néstor Cebrián
@NestorCebrian
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