CONTRACRÓNICA | Es difícil explicar lo ocurrido en la tarde del domingo en el Estadio de Balaídos sin aludir a la inteligencia táctica de Paco Herrera y al derroche de coraje mostrado por los futbolistas de la Unión Deportiva Las Palmas. En inferioridad numérica durante ochenta minutos, ante un equipo que tenía pleno de victorias, y perdiendo por una diferencia de dos goles antes de los veinte minutos, el equipo grancanario logró rescatar un punto de oro.
Y es que todo parecía perdido en el minuto 18 cuando Wass anotaba el segundo gol del Celta de Vigo después de que Javi Varas hubiese sido expulsado por un penalti cometido sobre Iago Aspas que Orellana se encargó de transformar para abrir la lata. Con todo en contra y cuando los peores presagios auguraban una goleada histórica, la UD se destapó en orgullo y plantó cara para no dejar que el partido muriese ahí.
La personificación de ese amor propio de Las Palmas fue Jonathan Viera. El mediapunta de La Feria se erigió en el líder de los amarillos y se echó el equipo a sus espaldas para mantener vivo en el partido a los suyos. Encaró una y otra vez, buscaba el uno contra uno sin miedo y alentó a sus compañeros a sumarse al ataque con sus arrancadas. Esa fe que manifestaba el veinte de los visitantes encontró su retribución con el tanto de Araujo. El Chino dejó la posición de delantero tras el tanto de Wass y se situó en banda izquierda donde generó más peligro, apoyado por la virtuosidad de Jonathan por el centro. Su gol sirvió para acortar distancias en el marcador e irse al descanso con la sensación de que pese a todas las adversidades aún quedaba mucho partido por jugar.
Llegó otro mazazo del Celta tras la reanudación, pues un fallo en defensa de Alcaraz permitió a Nolito ampliar el abismo en el tanteador pero ni así bajo los brazos esta Unión Deportiva tan llena de pundonor. Hubo minutos de dudas e imprecisiones, instantes con gestos de viejos fantasmas como arrojar la toalla, pero entonces Herrera realizó un cambio que a la postre resultó ganador. Retiró del campo a un medio y metió a un defensa. A priori, una sustitución de corte defensivo pero que entrañaba mucho más que una variación de hombres sobre el verde.
Las Palmas pasó a jugar nuevamente con el esquema de tres centrales y dos carrileros de las anteriores jornadas y con ese dispositivo, Simón y Dani Castellano volvieron a volar por las bandas de Balaídos. Araujo hizo gala de su toque de varita para encontrar el camino del gol en un disparo forzado que Pablo Hernández desvió a la red. De nuevo, sólo un gol de desventaja y un graderío cada vez más preocupado porque su club no era capaz de superar a esos diez hormiguitas trabajadoras de color amarillo que resistían con honor y derroche físico.
La jugada que supuso el definitivo empate refleja a la perfección la importancia en el choque del cambio de dibujo de Herrera. La acción la inició Dani Castellano subiendo la banda izquierda, la prolongó Culio y la terminó definiendo en el área contraria David Simón. Un gol iniciado y finalizado por los dos laterales.
Incluso después de haber logrado la heroicidad de igualar el marcador, Las Palmas mantuvo una actitud digna de orgullo para sus aficionados. La férrea línea de cinco zagueros no dejaba huecos para los fenomenales atacantes de Berizzo y cuando éstos eran capaces de encontrar disparo, ahí estaba Raúl Lizoain agigantando su figura bajo los palos despejando todo lo que le llegaba. Tal fue la vanidad de los hombres de Herrera que hasta pudieron ganar el partido en dos contragolpes en los que contaron con superioridad de efectivos pero que no supieron ejecutar de manera óptima.
Resulta complicado de entender pero un conjunto que estaba en inferioridad numérica y que perdía por 3-1 al inicio de la segunda parte estuvo muy cerca de terminar el partido con una victoria por 3-4. La apuesta acertada del entrenador con los movimientos sobre el terreno y la actitud de los futbolistas permitieron este guion macabro.