EL POST DE COLUMNISTAS, ARTÍCULOS DE OPINIÓN

Todo lo que no tenga que ver con la Unión Deportiva Las Palmas en esta sección. Recordamos que existe una sección de OFF-TOPIC de Deportes para hablar de cualquier modalidad deportiva; y un OFF-TOPIC de Política
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Amarilla
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Pobre Amy
Montserrat Domínguez


La hemos visto este fin de semana tambaleándose sobre el escenario del Rock in Rio de Lisboa, con una copa en la mano, balbuceando más que cantando, sin apenas voz ni coordinación. Pero antes del penoso espectáculo, lospaparazziya la han captado en numerosas ocasiones bebida, drogada o en plena bronca, con inquietantes heridas en los brazos y el no menos inquietante peinado que la corona, tipo nido infecto, al que no osaría asomarse ni el mismísimo Indiana Jones.

En medio de cualquier revista de colorín o magazine televisivo, Amy Winehouse es el contrapunto perfecto a tantos famosetes que aspiran a ser pluscuamperfectos: sonrisas blanqueadas, tetas de diseño, novios y novias de película, modelitos, bolsazos, gafas fashion, peinados impecables. Ella es todo lo contrario: sucia, fea, agresiva, malhablada y flaca, con un marido que pasa más tiempo en la cárcel que en casa, el antídoto de la lujuria y el glamour. Pero la escuchas cantar y ¡ay, amigo!, te enamoras inmediatamente de esa voz negra, áspera, rota, de esa manera de cantar que hace décadas que no escuchábamos. Sólo tiene 24 años, y da la impresión de que a este paso no cumplirá los 30, pero quién sabe. A su misma edad, Angelina Jolie era un pendón desorejado y ahora parece a punto de elevarse a los altares: embarazada de gemelos, madre y esposa ejemplar, embajadora de causas perdidas de la ONU, guapísima y premiadísima...

"Amy, por favor, ¡cuídate!", le ruegan sus fans. Yo me sumo; esa voz debería ser patrimonio de la humanidad.
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Que grandes esos locos bajitos....

El niño
Ni libre ni ocupado

Madre con niño adjunto (de cinco o seis años) en el asiento trasero de mi taxi. El niño y yo tardamos no más de cinco calles en ganarnos la confianza del otro. Cinco calles después, como digo, ya parecíamos padre e hijo, o tío y sobrino, o profe y alumno, o Espinete y Don Pimpón:

- ¿Y por qué no tienes pelo? - me preguntó el niño (después de muchas otras preguntas).

Improvisé una respuesta lúdica para el chaval:

- Porque una vez me metí en la piscina sin haber hecho la digestión, y me puse tan malito que se me calló el pelo.

- Guauuuu... - soltó el niño mirando a su madre.

La madre, a su vez, me miró con ojos sonrientes a través del espejo.

- ¿Y estás casado? - volvió el niño.

- No. Los taxistas no podemos casarnos - dije.

- ¿Y por qué?

- Porque este trabajo no es compatible con el matrimonio.

- ¿Qué significa 'compatible'?

(¡Hostiás!. ¿Y ahora qué le respondo?)

- Ehhh... tu mamá es compatible con tu papá, y por eso se quieren.

- Yo no tengo papá - dijo el niño.

La madre se arrugó en su asiento y yo quería estrellar mi taxi contra un agujero negro.

- Bueno, pues... tu madre es compatible contigo, y por eso te quiere...

- ¿Entonces mi madre no podría ser nunca taxista?

- ¿Te gustaría que lo fuera? - aproveché a decirle para salir del apuro.

- No, porque entonces me llevaría al colegio y me cobraría dinero. Y yo no tengo dinero.

- ¿Tú crees que si fuera taxista te cobraría dinero por llevarte al cole? - le preguntó entonces su madre.

- Pues claro, mamá... ¡pareces tonta! Los taxistas están obligados a cobrar a todos los que se montan en su taxi porque si no se lo quitan...

- ¿Y quién nos quita el taxi si no cobramos las carreras?

- Pues quién va a ser...: ¡Dios!

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Volver al barro
JUAN JOSÉ MILLÁS


Andaba yo recorriendo la prensa de norte a sur, con un bastón imaginario que uso para hurgar en sus partes blandas, cuando di con una noticia pequeña que, sin embargo, brillaba como una perla negra. Era una perla negra: decía que los niños de Brasil, esos que viven en las alcantarillas y que salen por la noche para comer de los cubos de la basura, se drogaban con lodo. Como suena. Han descubierto que inyectándose lodo en las venas consiguen un viaje parecido al que se obtiene con el "crack", aunque mucho más económico. El lodo está por los suelos, no hay más que agacharse y cogerlo; los "meninos de rua" brasileños ni siquiera se tienen que agachar: viven de rodillas, sus cuerpos conocen las posturas más humillantes, pero también más eficaces, para evitar los bastonazos de los cazadores de niños. Allí lo del hombre del saco no es mentira; allí no es mentira ningún cuento por brutal que parezca: todas las crueldades populares que leemos a nuestros niños en estas latitudes, para que recojan su carga simbólica y crezcan mentalmente sanos, allí forman parte de la realidad. En Brasil, y en tantas otras partes de aquel continente, los símbolos están fuera de quicio, de lugar, te los encuentras al doblar la esquina. Y te devoran. Los niños tiene que huir, pues, de esos símbolos que les persiguen y escapar a otras realidades como sea. Hasta ahora entraban en ellas a través del "crack" o inhalando pegamento en una bolsa de plástico. Pero el pegamento es muy caro, y la naturaleza, que a ratos se pone generosa, ha decidido introducir en el lodo propiedades alucinógenas para que los niños se olviden, aunque sea por un momento, del hombre del saco y del lobo y de los gigantes que se comen a los niños, que allí, ya digo, viven fuera de los cuentos. Y se olvidan metiéndose barro dentro de las venas; los niños de la calle, en Brasil, tienen el corazón de barro, como Adán antes del soplo divino. Han regresado a los orígenes; ahora sólo les falta que aparezca un verdadero Dios y que les sople de verdad para traerlos a una vida verdadera.
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Amarilla, gracias por el texto. Uno de mis favoritos del post.


Les dejo uno que me ha hecho saltar las lágrimas en el trabajo.



Menores e inmigración ¿Hay alguna esperanza?
Antonio Morales Méndez*

Era un partido de una enorme expectación. El Agüimes juvenil de segunda categoría, grupo 4, se jugaba el ascenso. En el campo se reunían decenas de aficionados para animar a los muchachos que habían dedicado toda una temporada a romper el maleficio que en los dos años anteriores los había dejado bordeando el ascenso.

Se palpaban las ganas, ilusiones, esperanzas y muchos nervios sobre el césped del campo de fútbol de Las Crucitas. Al Agüimes le bastaba un empate para dejar la categoría, en la que milita desde hace años – segunda- para ascender a la primera categoría Juvenil.

Al final de la primera parte, el San Pedro Mártir de Vecindario, se adelantó en el marcador arrojando un jarro de agua fría sobre aficionados, padres, directivos y jugadores. Todos los que estábamos en el campo empezamos a barruntar de nuevo la frustración del ascenso.

Así llegó el partido al descanso. A pocos minutos de la segunda parte una internada del agüimense Adrián consigue hacer llegar el balón hasta el segundo palo, desde donde una zancada prodigiosa de un joven de Malí, Simbo Tounkara, consigue el empate que a la postre daría el triunfo, el ascenso y el título de campeón al Unión Agüimes.

Hasta aquí les he trasladado un resumen del partido, pero yo no pretendía hacer una crónica deportiva al uso. Quiero ir más allá. Quiero destacar el valor de la integración en un municipio que en estos momentos tiene registrado en su censo un 12% de población inmigrante y que tiene grabado en su memoria histórica que un número muy importante de sus hombres y mujeres tuvo que emigrar en el siglo pasado, y en los anteriores, para poder conseguir el sustento de su familia.

Simbo, el joven negro africano, al que se abrazó el resto del equipo, es uno de los chicos que residen en un improvisado Centro de Menores localizado en el Ciatec del Polígono de Arinaga. Él, como muchos otros, tuvo que dejar su país a bordo de una paupérrima embarcación para llegar a este primer mundo de ilusiones y esperanzas frustradas. Aquí se ha integrado perfectamente, juega al fútbol con gente de su edad, va al Instituto y se siente reconocido. Lo mismo sucede con Youssef Ait Mimoune. Este chico marroquí ha venido a paliar la grave deficiencia de porteros que regularmente ha padecido el Juvenil del Agüimes. El también contribuyó al ascenso de su equipo.

Y lo mismo que sucede con Simbo y Youssef, pasa con otros 2 jugadores que entrenan con este juvenil y 9 en el cadete, así como 5 cadetes y 4 juveniles que juegan en el Jovero–Las Rosas; 4 cadetes y 4 juveniles en el Doramas del Cruce de Arinaga; 6 en el club de Fútbol Sala Agüimes y 3 en el club de Baloncesto de este municipio. Todos ellos se han integrado en los equipos de fútbol, fútbol sala y baloncesto, de esta Villa. Son valorados, queridos, integrados y representan la normalización de las relaciones entre jóvenes que desde culturas y realidades sociales y políticas distintas, se encuentran en un rincón de Canarias, van al colegio juntos, juegan al fútbol juntos y juntos, sin pretenderlo, dan una lección de convivencia intercultural sin la contaminación política partidista, xenófoba o racista que profundiza cada día en el desprecio y el miedo del que llega desde otros lugares huyendo de la guerra y de formar parte de esa terrible lista de 100 millones de personas que se calcula morirán de hambre en los próximos dos años.

Mientras, lloran y se desesperan de rabia, he sido testigo de ello, porque, por su edad no se les permite trabajar y enviar dinero a sus familiares, que, a veces, desde la otra orilla no entienden cómo sus hijos, los que se lanzaron al mar en pateras y cayucos, no les hacen llegar alguna ayuda, y se lo recriminan.

Mientras, viven hacinados en un centro que no se construyó para esto y sin llegar a comprender el por qué la Administración Central y la Autonómica no llegan a un acuerdo para trasladarlos a otros espacios y lugares que reúnan mejores condiciones.

Y lo peor de todo es que no saben todavía que al cumplir los dieciocho años ya no podrán estar en estos centros de menores y quedaran en la calle sin techo, y sin trabajo. A expensas de la marginación, la expulsión …o la nada.

*Antonio Morales Méndez es alcalde de Agüimes.
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China necesita una amnistía olímpica
WANG DAN

El terremoto de Sichuan y los próximos Juegos Olímpicos de Pekín son quizá los acontecimientos más importantes de la China contemporánea desde las protestas y la matanza de la plaza de Tiananmen el 4 de junio de 1989, hace hoy 19 años. Ahora que China se dispone a presentarse ante el mundo después de un devastador desastre natural, ha llegado el momento de que los líderes chinos se olviden de las viejas heridas y ofrezcan una amnistía olímpica a todos los presos políticos y a quienes nos vimos obligados a partir al exilio por expresar pacíficamente nuestras opiniones. Sólo entonces el pueblo chino podrá trabajar unido para construir una nueva China sobre las ruinas de una tragedia nacional y aparecer ante el mundo como una nación respetuosa de los derechos dentro y fuera de sus fronteras.

En 1993, yo fui uno de los 20 disidentes puestos en libertad en el marco de la primera ofensiva china de relaciones públicas para asegurarse la celebración de los Juegos Olímpicos. Salí de la cárcel un mes antes de que el Comité Olímpico Internacional llegara a Pekín en una visita de inspección. Como es natural, me alegré de quedar libre, pero también comprendí que estaban utilizándome como moneda de cambio. Me dejaron salir, pero siguió habiendo muchos otros encarcelados por expresar de forma pacífica sus convicciones.

En 1993, y de nuevo en 2001, apoyé públicamente la candidatura olímpica de China, porque creo que los Juegos pueden ser un incentivo para mi país y una gran oportunidad para que el pueblo chino entre en contacto con el mundo. Estoy convencido de que China debe desarrollar una sociedad civil fuerte, y una forma de hacerlo puede ser que la comunidad internacional se acerque y entable un diálogo con nuestro pueblo.

Como muestra mi propio caso, los Juegos Olímpicos ofrecen una oportunidad poco frecuente para garantizar la liberación de numerosos disidentes chinos que aún permanecen en prisión. No obstante, cuando la primera candidatura olímpica no triunfó, volvieron a detenerme y condenarme por "subversión". Entre las "pruebas" en mi contra figuraba el haberme matriculado en un curso de historia por correspondencia que ofrecía la Universidad de California.

Por fin, en 1998, fui exiliado a Estados Unidos junto con otro disidente, Wang Juntao, en un intento de apaciguar a la opinión pública norteamericana e internacional en vísperas de la visita del presidente Clinton a China para celebrar una cumbre.

En las dos ocasiones en las que China presentó su candidatura olímpica, mi esperanza era que los Juegos tuvieran un efecto catalizador sobre la parálisis política del país. El pueblo chinono es su Gobierno. Desde 1989, mi país y sus habitantes han cambiado mucho. Sin embargo, el Gobierno ha cambiado verdaderamente poco. Los numerosos disidentes que hoy siguen entre rejas constituyen una tragedia nacional y una humillación política.

En las dos ocasiones en que presentó su candidatura a los Juegos Olímpicos -la primera frustrada, la segunda exitosa-, Pekín se comprometió solemnemente ante el mundo a mejorar la situación de los derechos humanos. Pese a ello, los autócratas que controlan el Partido Comunista Chino -la única fuerza política a la que se permite actuar desde 1949- siguen aplastando cualquier voz que se levanta para exigir los derechos humanos más esenciales.

Para distraer la atención de esta historia de represión, el Gobierno chino está intentando usar los Juegos Olímpicos con el fin de propagar un nuevo modelo económico de salto adelante y un nacionalismo estrecho como bandera. Creo que, por desgracia, la generación que creció durante la Revolución Cultural ha perdido la capacidad de comprender lo que verdaderamente significa ser patriota y amar a su país. El fervor nacionalista no puede sustituir a un sistema de gobierno abierto, transparente y democrático.

En China hay todavía mucha gente que cumple largas penas de prisión por actividades que son un compromiso político normal en casi todo el resto del mundo. El sistema penitenciario chino retiene a miles de presos políticos, aunque el número exacto no se conoce porque el Gobierno no proporciona cifras oficiales. Se calcula que 300.000 ciudadanos chinos han sido enviados a campamentos de reeducación mediante el trabajo en todo el país, a menudo por actividades políticas.

No obstante, incluso en los rincones más oscuros de China se ven atisbos de luz. La explosión de informaciones sobre la tragedia humana del terremoto en los medios nacionales chinos -pese a los esfuerzos iniciales del Gobierno por controlarlas- puede ser el anuncio de un cambio sísmico en el tratamiento de los medios de comunicación por parte de las autoridades.

Igual que para recuperarse del terremoto será necesaria una gran tarea de reconstrucción, los Juegos Olímpicos pueden ayudar a restablecer la confianza de la población en el Gobierno. Un primer paso fundamental sería dejar en libertad a los ciudadanos chinos que hayan sido detenidos sin haber infringido ninguna ley y permitir a los que hemos tenido que exiliarnos que volvamos y disfrutemos de los Juegos Olímpicos en nuestro país.

Han pasado 19 años desde la carnicería de Tiananmen. Ahora que quedan pocas semanas para el inicio de los Juegos en China, es el momento de que el Comité Olímpico Internacional, las empresas patrocinadoras, los dirigentes mundiales, los atletas y los aficionados al deporte de todo el mundo pidan al Gobierno chino que deje en libertad a los presos políticos y permita a los exiliados regresar, por fin, a casa.

Pekín debe cumplir sus promesas y hacer realidad su potencial en materia de derechos humanos para que el pueblo chino sea el auténtico vencedor de los Juegos Olímpicos de Verano de este año de 2008.

.

Wang Dan, uno de los dirigentes del movimiento democrático de Tiananmen en 1989, pasó casi siete años en una cárcel china. Desde 1998 vive exiliado en EE UU. Este artículo está adaptado del libro China's Great Leap: The Beijing Games and Olympian Human Rights Challenges [El gran salto de China: los Juegos de Pekín y los retos olímpicos de derechos humanos]. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. © Global Viewpoint 2008
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338156 razones para que dimitan
Juan García Luján


Tengo que pedir perdón. Reconozco que me despisté. Pero seguramente usted también. El martes pasado fue 27 de mayo. ¿No le suena? Se cumplió un año. Sí, un año de las últimas elecciones autonómicas. Estábamos tan entretenidos gastándonos un millón cien mil euros en la celebración de los actos del Día de Canarias,( que vivan las manos de nuestro pueblo y arrorró mi niño chico que Paulino es buena gente) que nos despistamos de la fecha del primer aniversario de los comicios electorales que cambiaron el mapa electoral de las islas pero no el gubernamental. El primero que tenía que haberlo celebrado es Paulino Rivero, podía habernos invitado a una fiesta donde se hubiera proyectado un vídeo con su discurso de la noche electoral en la que felicitó al no candidato Mariano Rajoy porque había ganado las elecciones municipales sin haberse presentado en ningún ayuntamiento.
Ha sido un año intenso en el que han cambiado muchas cosas en Canarias. Anunció el gobierno un plan para dar empleo a nuestra gente y ya se ha consumido una cuarta parte de la legislatura y el número de parados ha aumentado 36243 personas desde mayo de 2007. Dijo Paulino que iba a gobernar para los ciudadanos y Canarias ocupa el puesto número 5 por la cola sólo superada por la Rioja, Asturias, Galicia y Baleares en el porcentaje (68%) de personas valoradas para poder recibir las ayudas que recoge la Ley de Dependencia . Esta ley se aprobó el 14 de diciembre de 2006, un año y medio después han comenzado a recibir las primeras ayudas algunas de las 1913 personas que están consideradas como grandes dependientes en las islas.
Con los datos del paro, la situación de la aplicación de la Ley de Dependencia en Canarias es la muestra clara de las contradicciones permanentes de un gobierno que repite constantemente que está preocupado por la gente de esta tierra, mientras da la espalda a las familias más necesitadas. Lo diré más clarito: es la demostración de que la desvergüenza se ha instalado en los mandamases de un ejecutivo instalado en las consignas, la propaganda y la ineptitud.
Antes de las elecciones generales del pasado mes de marzo, la consejera Inés Rojas declaró a los periodistas que no se podían dar las ayudas porque el gobierno del Estado no había sacado el reglamento de la ley. Después de las elecciones ya no resultaba rentable culpar al Estado, y no era necesario que el Estado publicara el reglamento, por eso el gobierno aprobó un reglamento autonómico para comenzar a aplicar la ley cinco meses después de que se estuviese aplicando en otras comunidades autónomas. Ahora la consejería de Bienestar Social culpa a los ayuntamientos, sobre todo de los que están gobernados por el PSOE, del incumplimiento de la Ley de Dependencia. Dice la consejería que las corporaciones locales deben realizar los informes técnicos a los solicitantes de ayudas.
La pregunta es muy sencilla: por qué si la Ley de Dependencia es la misma en todo el Estado, el 10 de noviembre de 2007 ya habían recibido las ayudas del gobierno andaluz 50 personas, además 1300 personas habían sido contratada por la Junta andaluza para poder aplicar la ley.También en esa fecha en el País Vasco había 5991 personas ya estaban recibiendo las ayudas de la Ley de Dependencia.
Si a los 36243 parados les sumamos 1913 grandes dependientes y los trescientos mil estudiantes afectados por la huelga del profesorado, tenemos 338.156 razones para que este gobierno dimita, se vaya a su casa. Se dediquen a sus cosas y no jueguen con el pan de nuestra gente. Milagros Luis y Paulino Rivero podrían ponerse el uniforme de maestros sin homologar, Soria podría volver a sus negocios familiares, Jorge Rodríguez a la universidad, Ruano a su puesto de letrado asesor del Parlamento ampliado, Mercedes Roldós a su querida sanidad privada… Pero no se marchan. Hoy Paulino Rivero se reúne con Zapatero en el Palacio de La Moncloa. Después de un año de campaña contra el jefe del ejecutivo español el presidente canario perdió la apuesta que hizo para que Rajoy ganara las últimas elecciones generales. El problema es que las consecuencias de esa apuesta partidista las han pagado las casi 2000 familias que tienen que cuidar a personas dependientes y que no han recibido ni un euro de los casi 9 millones de euros que el Estado dio al gobierno canario hace cinco meses o de los 110 millones que según la consejera Inés Rojas tiene presupuestados el gobierno canario para ayudar a nuestra gente dependiente, a la gente de esta tierra, a esas personas humanas que Paulino Rivero nombra tantas veces como ignora.
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Menores e inmigración ¿Hay alguna esperanza?
Antonio Morales Méndez*

Era un partido de una enorme expectación. El Agüimes juvenil de segunda categoría, grupo 4, se jugaba el ascenso. En el campo se reunían decenas de aficionados para animar a los muchachos que habían dedicado toda una temporada a romper el maleficio que en los dos años anteriores los había dejado bordeando el ascenso.

Se palpaban las ganas, ilusiones, esperanzas y muchos nervios sobre el césped del campo de fútbol de Las Crucitas. Al Agüimes le bastaba un empate para dejar la categoría, en la que milita desde hace años – segunda- para ascender a la primera categoría Juvenil.

Al final de la primera parte, el San Pedro Mártir de Vecindario, se adelantó en el marcador arrojando un jarro de agua fría sobre aficionados, padres, directivos y jugadores. Todos los que estábamos en el campo empezamos a barruntar de nuevo la frustración del ascenso.

Así llegó el partido al descanso. A pocos minutos de la segunda parte una internada del agüimense Adrián consigue hacer llegar el balón hasta el segundo palo, desde donde una zancada prodigiosa de un joven de Malí, Simbo Tounkara, consigue el empate que a la postre daría el triunfo, el ascenso y el título de campeón al Unión Agüimes.

Hasta aquí les he trasladado un resumen del partido, pero yo no pretendía hacer una crónica deportiva al uso. Quiero ir más allá. Quiero destacar el valor de la integración en un municipio que en estos momentos tiene registrado en su censo un 12% de población inmigrante y que tiene grabado en su memoria histórica que un número muy importante de sus hombres y mujeres tuvo que emigrar en el siglo pasado, y en los anteriores, para poder conseguir el sustento de su familia.

Simbo, el joven negro africano, al que se abrazó el resto del equipo, es uno de los chicos que residen en un improvisado Centro de Menores localizado en el Ciatec del Polígono de Arinaga. Él, como muchos otros, tuvo que dejar su país a bordo de una paupérrima embarcación para llegar a este primer mundo de ilusiones y esperanzas frustradas. Aquí se ha integrado perfectamente, juega al fútbol con gente de su edad, va al Instituto y se siente reconocido. Lo mismo sucede con Youssef Ait Mimoune. Este chico marroquí ha venido a paliar la grave deficiencia de porteros que regularmente ha padecido el Juvenil del Agüimes. El también contribuyó al ascenso de su equipo.

Y lo mismo que sucede con Simbo y Youssef, pasa con otros 2 jugadores que entrenan con este juvenil y 9 en el cadete, así como 5 cadetes y 4 juveniles que juegan en el Jovero–Las Rosas; 4 cadetes y 4 juveniles en el Doramas del Cruce de Arinaga; 6 en el club de Fútbol Sala Agüimes y 3 en el club de Baloncesto de este municipio. Todos ellos se han integrado en los equipos de fútbol, fútbol sala y baloncesto, de esta Villa. Son valorados, queridos, integrados y representan la normalización de las relaciones entre jóvenes que desde culturas y realidades sociales y políticas distintas, se encuentran en un rincón de Canarias, van al colegio juntos, juegan al fútbol juntos y juntos, sin pretenderlo, dan una lección de convivencia intercultural sin la contaminación política partidista, xenófoba o racista que profundiza cada día en el desprecio y el miedo del que llega desde otros lugares huyendo de la guerra y de formar parte de esa terrible lista de 100 millones de personas que se calcula morirán de hambre en los próximos dos años.

Mientras, lloran y se desesperan de rabia, he sido testigo de ello, porque, por su edad no se les permite trabajar y enviar dinero a sus familiares, que, a veces, desde la otra orilla no entienden cómo sus hijos, los que se lanzaron al mar en pateras y cayucos, no les hacen llegar alguna ayuda, y se lo recriminan.

Mientras, viven hacinados en un centro que no se construyó para esto y sin llegar a comprender el por qué la Administración Central y la Autonómica no llegan a un acuerdo para trasladarlos a otros espacios y lugares que reúnan mejores condiciones.

Y lo peor de todo es que no saben todavía que al cumplir los dieciocho años ya no podrán estar en estos centros de menores y quedaran en la calle sin techo, y sin trabajo. A expensas de la marginación, la expulsión …o la nada.

*Antonio Morales Méndez es alcalde de Agüimes.
grande compañero buen articulo,la solución a esto la tenemos nosotros, pero mientras sigamos mirando para otro lado, no se va a solucionar, me quedo con lo que dice el compañero
Y lo peor de todo es que no saben todavía que al cumplir los dieciocho años ya no podrán estar en estos centros de menores y quedaran en la calle sin techo, y sin trabajo. A expensas de la marginación, la expulsión …o la nada.
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RIESGOS LABORALES
Teresa Viejo


TENGO MIEDO a que se repita. A que regrese esa cornada que nace en la boca del estómago, sube por el esternón, me abraza el cuello y en ocasiones recorre el camino inverso por el brazo izquierdo. Nunca hablo de esto con nadie, como tampoco lo hago de otras cosas, porque soy un “trabajador opaco”, según me escupe él, fatalmente instalado en la idea de que no ser transparente para el jefe es un demérito. He perdido la cuenta de cuándo comenzó el temblor, aunque supongo que es tan arcaico como el mostrador tras el que trabajo. Seguro que lo despertó un grito de los suyos. O ese tono autoritario que se clava en la conciencia con la rigidez de las normas marciales. Casi nunca tiene razón, pero a él le gusta alardear de ella. Verán, soy dependiente en un comercio de cierto prestigio al que acuden clientes reclamando tuercas y tornillos, brocas del ocho, bisagras, tiradores para muebles de cocina o destornilladores de estrella, y me jacto de conocer el universo de la ferretería mejor que el de mi casa, pero él me anula. Un mal día me equivoqué de enchufe con una señora que quería uno con toma de tierra, aunque no se explicaba, y desde entonces mi jefe me maltrata.

NO SE CREAN que es fácil reconocerlo, me ha costado meses. Al principio lo justifi caba porque mandar es muy estresante; pero cuando observé que la ira se dirigía sistemáticamente a mi coronilla, entendí que era inquina personal. Al resto de mis compañeros les insulta sólo en meses alternos. Yo tengo buen aguante, al menos eso dice mi mujer cuando se arrepiente de darme la matraca con asuntos domésticos, y encajaba las reprimendas con gesto imperturbable –en todo trabajo cara al público hay que mantener siempre las formas–, pero los gritos han debido de

erosionarme por dentro y ahora ya no puedo reprimir el dolor. Empieza incluso antes que la violencia verbal. ES UNA PUNZADA limpia que me parte en dos, como si mi columna vertebral fuera el ecuador, pero trazando una línea de norte a sur. Los dos hemisferios este-oeste se inundan de un dolor limpio que desde el centro irradia a todos los continentes del planeta que soy yo. Dura unos minutos y después mis músculos guardan memoria de él, recordándomelo a cada paso. Una palmadita en la espalda. Sólo a veces. Ligera, como para no implicarse demasiado en una guerra que entienden ajena. Ésa es la respuesta de mis compañeros al observar que el martirio me dobla las rodillas, según apoyo los antebrazos en el mostrador para sostenerme en pie. Generalmente sucede mientras una banda sonora de crispación envuelve toda la ferretería. ¿Por qué no respondo a sus improperios?, dirán. Porque soy tímido hasta en el agravio y las discusiones cara a cara me hieren más que las unilaterales, de ahí que deje al encargado solo con sus abusos.

PERO NO SOY ningún idiota. De sobra sé que me amparan mis derechos y que esta tensión es un riesgo laboral tan grande o mayor que subirse al andamio, hasta el punto de que, si me sucediera algo, sería un accidente en el trabajo. Me he informado; porque seré discreto, pero no tonto. Sin ir más lejos, el otro día leí que la Seguridad Social concedió la baja por accidente laboral a una mujer que sufrió un infarto tras discutir con su jefe. Mi corazón debería habérseme partido cien veces sólo de escuchar al mío. Ahora estoy haciendo inventario en el almacén, por quitarme de en medio. He dejado de atender al público porque desde que me insultó esta mañana, antes de abrir la tienda, no logro calentarme el cuerpo; tengo un frío helado recorriéndome la espalda y una sensación de mareo que no me han quitado los dos cafés que llevo encima. Lo peor es que también me falta el aire, pero, aunque desapareciera todo el oxígeno de este cuchitril, no me muevo de aquí. Hoy a mi jefe que lo aguanten otros. —A Jacinto se le ha debido de caer alguna caja porque menudo estruendo acabo de oír en el almacén. ¿Quién va a echarle una mano dentro? —Mira que es raro este hombre, es incapaz de decir esta boca es mía. ¿Por qué no pedirá ayuda si la necesita? —Anda, quita, ya voy yo. Jacinto, ¿qué te ha pasado, hombre? ¡Oye, que el tipo se ha caído redondo al suelo!
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Muuuuuuú
MARUJA TORRES


Algunos mensajes pretenden tantísimo sacudirnos que consiguen exactamente lo contrario. Es lo que ocurre con el anuncio antitaurino para el que ha posado mi admirada Alaska. ¿Le dan a uno más pena los toros después de haber contemplado a la musa de la movida con la espalda asaeteada a banderillazos? No. De hecho, uno deja de recordar a los nobles bichos y empieza a comentar lo bonita que sigue teniendo la piel nuestra heroína, y a repetir aquello de "genio y figura...".

Nuestra sociedad es, en general, machista a un nivel muy profundo e inadvertido. Lo primero en que piensan los defensores de los derechos de los animales -sean tigres de Bengala o toritos huérfanos de Osborne-, a la hora de difundir un mensaje, es en utilizar a una mujer desnuda. Ignoro si los publicitarios que han creado la campaña y los bondadosos responsables de las asociaciones que la costean van a complementar el cartel de Alaska con otro de un señor, aunque sea vestido. Sobre todo, vestido. Pues no es lo mismo clavarle un rejón a, pongamos, Nacho Duato a pelo, que someter a un Rajoy ataviado de notario a la suerte del descabello. Aunque tampoco estos ejemplos despertarían nuestra piedad por el toro. En el primero, creeríamos encontrarnos ante el anuncio de un nuevo espectáculo, que es lo que, en parte, le sucede a Alaska. Su pose evoca la publicidad de una película con mujer maltratada o de un álbum de canciones dedicadas al tema. En el segundo caso, el de Rajoy, no veríamos sino la previsible ejecución de una venganza política.

Nada más eficaz que un buen retrato del toro agonizante, empapado en sangre, los ojos perdidos. Debajo, un cartel: "Azabache. 5 años. Deja viuda y dos hijos". Y si seguimos empeñados en meter a Alaska, la ponemos al lado, arrodillada y con mantilla y peineta de lujo, como la desconsolada viuda de Azabache.
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Amarilla
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Problemas
JUAN JOSÉ MILLÁS


Cuando aquella chica abandonó el vagón del metro, vi caer algo del interior del libro que llevaba en la mano. Al principio me pareció un señalador, pero al agacharme vi que se trataba de un personaje que guardé en el bolsillo con un poco de vergüenza, la verdad, pues los viajeros me miraban con gesto de censura, o con expresión de asco, como si hubiera cogido una cucaracha del suelo. Me bajé en la siguiente estación, aunque no era la mía, e hice el resto del camino andando. Ya en la oficina, coloqué al personaje sobre la mesa y vi que era un individuo verdoso, con un traje raído y una corbata cuyo nudo parecía fosilizado, como si llevara años quitándosela y poniéndosela sin deshacerlo. No había forma, en fin, de adivinar a simple vista de qué novela se había caído, y yo no había visto el título, pues la chica llevaba el libro forrado.
Al día siguiente guardé al personaje en el bolsillo con la confianza de encontrar a la chica y devolvérselo. Pero no apareció. Durante una semana ensayé a coger el metro un poco antes o un poco después sin ningún resultado. Finalmente, pregunté al personaje de qué clase de novela había salido y me confesó que no pertenecía a una novela, sino a un libro de gestión empresarial editado por una congregación religiosa. "Y no quiero regresar de ningún modo a ese libro", añadió. No se había caído, pues, sino que se había arrojado de cabeza huyendo de los números o quizá de la teología. Me pidió que lo abandonara dentro de una novela cualquiera con tal de que no fuera de terror, pues ese género lo conocía suficientemente a través de la contabilidad.
Ese día, a la hora de comer, me acerqué a una librería y hojeé las novedades. Como se trataba de un personaje joven, me pareció que estaría bien abandonarlo dentro de una novela larga, con mucho argumento y un final feliz. Así lo hice, comprobando en sucesivas visitas que se había integrado en la historia perfectamente. Ayer volví a tropezar con la chica en el metro. Llevaba otro libro, también forrado, del que en un descuido se arrojaron al suelo cuatro personajes espantados. Pero esta vez hice como que no los veía. Bastantes problemas de colocación tiene uno consigo mismo.



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Un timple sin cuerdas

Juan Manuel Pardellas


Mal asunto. Esta columna debería estar hueca, como el alma de muchos canarios que hoy nos sentimos más impotentes que ayer por la mañana, cansados de las injusticias de esta vida perra con los mejores, «con el futuro», como me decía Manolo González desde Madrid, tan roto como ahora las cuerdas del timple de José Antonio Ramos. Uno de los nuestros en el club de los sueños rotos. Un socio más en el club de los poetas muertos. Un atrevido, un científico, un etnógrafo, un valiente hasta parecer incauto, alguien tan inteligente como para superar el «no» y plantearse constantemente el «¿por qué no?», un intelectual, un venerador de su maestro Totoyo Millares… Pocos músicos en las islas (¿Polo Ortí, quizás?) reunían características tan excepcionales en cada neurona. Un gigantesco armario de dos por dos que impresionaba aún más cuando cerraba esas manazas hasta acariciar esa guitarra prematura y punteaba las cuerdas, mudas a partir de ahora. El regalador de timples a Pat Metheny y hasta a Kepa Junkera. El trío más grande de nuevos timplistas canarios (José Antonio, Domingo Rodríguez y Benito Cabrera), el dream team del folklore, acaba de perder a su pívot. Y lo peor es que no hay nadie en el banquillo como él. Hoy el mundo de la música llora a su Bo Didley local, a su propio George Benson, The Edge, B.B.King, Alí Farka Touré, a su profesor. Que no me tarden ahora en reconocerlo con esculturas, calles, auditorios… que el mundo lo recuerde y nosotros ni nuestros hijos lo olvidemos jamás. Pero, por supuesto, con todo lo grande, nada comparable al esposo, padre, hijo, amigo y, más aún, al ser comprometido con su tierra y su tiempo, entregado a todas las causas inimaginables, desde una recogida de juguetes, hasta un recital benéfico por cualquiera de nuestras centenares de causas ciudadanas, en general pisoteadas por el poder político y la administración de estas islas. Acabamos de perder a uno de nuestros mejores hombres. La excepción a la regla de que nadie es imprescindible: tú sí.
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Maltrato infantil
Pedro Cluster

Una de las cosas que más me han sorprendido del mundo de la calle ha sido descubrir causas profundas de esta situación. Con el tiempo y ganándome la confianza de la gente he llegado a conocer sus historias reales, esas que no le suelen contar a nadie.

Una de mis sorpresas ha sido descubrir el elevadísimo porcentaje de personas que han sufrido abusos o maltratos en su infancia: violaciones y abusos por familiares, violencia física y maltratos y desprecio o maltrato psicológico ante situaciones de minusvalías o debilidad.

Estas personas, sorprendentemente, siguen luchando por la vida incluso con buen humor. Pero la realidad es que nunca lo superan y ello les lleva a abandonos, alcohol o drogas. Esto sin mencionar la tremenda sensación de culpabilidad que sufren, autoestima por los suelos, vergüenza, etc, etc.

Por supuesto, nunca han recibido una correcta atención psiquiátrica y la única solución que se les ha ofrecido, como siempre, es "búscate un trabajo y rehaz tu vida".

Su problema es que siguen sin superar su historia. ¿Son culpables de su situación? ¿Debemos seguir pensando eso de "algo habrán hecho" o aquello de "son muy raros y prefieren vivir en libertad" o finalmente "son unos vagos y borrachos"?

Detrás de cada persona que duerme en dos cartones hay una historia, una vida, de las que nunca nos preocupamos.
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