Viva Zapata
ALFONSO GONZÁLEZ JEREZ
Un día acabará esta exhausta farsa y comenzarán a conocerse cosas (abusos, crueldades, barbaridades, arbitraridades, canalladas y burlas) que ahora apenas circulan, que ahora apenas se intuyen, que ahora apenas se musitan dentro y fuera de Cuba. Los que aún las niegan, las ocultan o las justifican por los misteriosos designios de una providencia revolucionaria guardarán silencio, desaparecerán del mapa, mirarán al otro lado, olvidarán en un instante su ignominiosa estupidez. Los que han sufrido durante décadas la tiranía no podrán permitirse el lujo del olvido. Y muchos como Orlando Zapata, preso político desde 2003, muerto en huelga de hambre hace apenas dos días, ya están definitivamente más allá del recuerdo o del olvido, del perdón o del abrazo.
Se abrirán los archivos que no hayan sido quemados y una vaharada de muerte y de miseria espiritual atufará a los cronistas y los historiadores. Por cada niño escolarizado y vendido como éxito revolucionario, con su banderita y su canesú, se encontrarán cien adultos destruidos. Calcinados por la mentira obligatoria en la vida cotidiana. Por la delación elevada a rango ministerial y hábito de consumo. Por las chicas prostituidas en los dormitorios de cinco estrellas de europeos barrigudos y grasientos. Por la hambruna miserable y patriótica de las cartillas de racionamiento durante cuarenta años. Por la persecución de homosexuales, por la destrucción de cualquier signo de rebeldía, por el estruendo de consignas estrambóticas y ya desprovistas de cualquier sentido incesantemente repetidas en cuarteles, en colegios, en universidades, en radios y televisiones. Por una oligarquía de brontosaurios que confundieron la supervivencia de un proceso político con su liderazgo preternatural y eterno, mesiánico e indiscutible. Por un anciano achacoso enfundado en un chándal, momia atlética y omnisciente, que sigue creyendo divinamente que tuvo, tiene y tendrán toda la razón y que cualquier desviación de la misma solo merece el estigma, la cárcel, la descalificación profesional, la amenaza permanente y en los casos irrecuperables un tiro entre las cejas.
Un día no muy lejano se sabrá todo, se conocerá todo, se podrá contar y comentar todo, y los que siguen justificando este perverso y mísero y enmierdado guiñol callarán, llorosos o hocicudos, pero un cubano tan humilde como Orlando Zapata Tamayo será reconocido como un hombre honesto, valeroso y decente.
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