Una tarde en la montaña rusa, por Néstor CEBRIÁN

OPINIÓN | Uno de los eslóganes de Gran Canaria es el “Continente en miniatura”, con sus microclimas en pocos kilómetros, sus diferente paisajes. Una isla tan cambiante que además tiene un estadio de atletismo que lleva su nombre y en el que se juega al fútbol. Y en el que cada cierto tiempo, se disputa un partido que hace honor al eslogan de la isla, como ocurrió ante el Girona, donde se vivió una temporada de fútbol en miniatura, una especie de ‘Habitación del tiempo’ de Bola de Dragón: frialdad, aburrimiento, desilusión, pañuelos, rabia, ánimos, esperanza, alegría, ronquera. Fútbol. Un partido en el que la inestabilidad emocional se propagó por la grada y afectó al campo, ya de por si afectado. Se celebraron goles en otras latitudes que nada tenían que ver con las luchas e intereses de los locales, se gritó el encajado, se silbó al equipo, se parió al ‘Muñeco de Pimpampum 2014’ y se festejó el gol de la victoria como si de una final fuese, porque realmente lo era, y si no, al menos parecía un final. En definitiva, una tarde en la montaña rusa. Y el whasapp sin funcionar.

No fue el mejor partido de los últimos meses de la UD. Pero esta vez bastó con 15 minutos de rabia balompédica y algo de puntería, que no es poco. Durante esta temporada, la UD ha carecido de ese arrebato final cuando se acerca el minuto 90, un empuje sobre el que se cimentó la promoción de la temporada pasada y que hacía que en cualquier momento la UD pudiera conectar un puñetazo de KO. El orgullo herido picaba y quien más buscaba calmar el escozor era Aranda, y con razón. Sacó casta, fútbol y dio dos asistencias, una a Asdrúbal y otra Masoud, para que el equipo diera la vuelta al partido. Paradójicamente, los dos últimos goles marcados en casa por la UD fueron también a pase del malagueño. Un nueve que asiste.

Y es que tenía que ganar de esta forma, porque no valía hacerlo de cuatro, había que ir perdiendo para darle la vuelta al final. Debía haber redención tras pasar por el purgatorio para poder expiar las penas, aunque las heridas que está dejando este viaje, no permitan unir tanto como la parecida experiencia vivida ante del noble Racing. Partidos similares en cuanto a las sensaciones que recorrían la grada y puede que en el banquillo. Desde los cántabros, Lobera no había dado la sensación estar tan al filo del barranco, no cabía muchos más pasos. Y como aquella vez el equipo se levantó de la lona. Ojalá esa rabia soltada, ese orgullo herido se canalice como le pasa a los conjuntos que se unieron en la adversidad y acabaron triunfando. El fallecido Luis Aragonés tiene una cátedra sobre eso.

Aunque me duela, Las Palmas, a día de hoy, ha perdido su condición de aspirante a subir porque un equipo que aspire a subir no puede hacer el partido que hizo contra el Jaén y salir derrotado 3-0. No se puede poner 2-0 en la segunda parte en casa ante un rival herido de muerte y acabar empatado. No puede tener un jugador más quedando casi 45 minutos y acabar con nueve. No puede dominar con cierta fluidez, llegar con claridad a puerta contra el penúltimo en casa, fallarlo todo y regalar un gol y un penalti en las dos únicas aproximaciones sufridas. Como tampoco puede jugar en casa del líder y donar la pelota en al área propia a un rival, y visitar al segundo clasificado, jugar con uno más desde el principio, abrir la lata y asistir seguidamente al rival, a pesar de que esos dos encuentros se acabaran ganando.

En definitiva, Las Palmas no puede jugar contra su rival y contra sí misma, desaprovechando las ventajas y las oportunidades que se ha ganado con su juego. Porque la diferencia entre estar arriba y no estarlo reside en los trazos gruesos y en los finos, y estos últimos pueden acabar destrozando el cuadro. Así que esa rabia mostrada esta jornada, junto al juego desarrollado en otras deben ser la combinación para empezar a crecer. La UD tenía sal pero le faltaba la pimienta, habrá que ir a por más a la tienda, porque no sabemos si este partido ha sido un oasis en el desierto, un lago, un mar o un océano. Lo que es seguro que ante el Girona se ha vuelto a abrir una vereda en la selva. Veremos dónde nos lleva.

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