El grancanario sufrió durante los casi 60 minutos que disputó sobre el césped del Sánchez Pizjuán un ambiente completamente hostil. A pesar de ello, el extremo tiró de personalidad, intentando buscar la portería con claridad y se marchó del terreno de juego dolorido tras ser objeto de multitud de faltas. La gente le pitó, pero el fútbol, como la vida, continúa.
Se acabó. El paso de Vitolo por el Sánchez Pizjuán ya quedó atrás. El futbolista amarillo superó el mal trago de un ambiente completamente en su contra y demostró durante el tiempo que estuvo en el césped que no tenía ningún tipo de miedo a las represalias de la afición sevillista, buscando la portería en más de una ocasión e intentando dejar de lado todos esos pitos que sólo buscaban incordiar su encuentro.
A pesar de no tener pánico escénico, el extremo sí que sufrió la dureza de sus ex compañeros, especialmente, por parte de un Gabriel Mercado que se tomó la justicia por su mano y comenzó a buscarle las cosquillas desde el minuto uno con un codazo en el primer lance del juego. Durante su paso por el feudo nervionense, el ’20’ amarillo tuvo que padecer la intensidad de la zaga hispalense una vez tras otra.
A todo eso se le sumó unas molestias en los isquiotibiales que no dejaron de darle la lata durante toda la primera parte, una cuestión que mermó su rendimiento aunque no su ímpetu. El de San Cristóbal hizo todo lo posible por continuar, por demostrar que tiene suficiente personalidad para estar enfrente de gente que tantas veces coreó su nombre y que ahora no entienden que el mundo del fútbol es, también, un mercado laboral.
La afición del Sevilla olvidó durante todo el encuentro que el mismo futbolista al que pitaban ha sido uno de los jugadores más importantes de la historia reciente del conjunto hispalense y dejaron pasar que durante algún tiempo fue su capitán. Atrás quedaron los momentos de bonanza para dar paso a unos instantes donde una rancia tensión se convirtió en actriz principal de deporte en el que del amor al odio hay un solo paso.
Cuando Vitolo decidió dejar Andalucía lo hizo por su familia y por su propia situación laboral. A nadie se le escapa que el grancanario no dio, quizás, los pasos certeros para acometer su traspaso, pero tampoco hay que convertir en villano de la noche a la mañana a un hombre que se partió el alma por un club y por un escudo como el del Sevilla.
Lo que está claro es que el fútbol no deja de ser un deporte a ojos de muchos. Todo pasa por tomarse lo que sucede con la suficiente perspectiva como para asimilarlo. Que un jugador como Vitolo se marche a un rival como el Atlético de Madrid molesta, pero no deja de ser un movimiento de ajedrez más en el tablero que es este deporte.
Vitolo fue villano en el Sánchez Pizjuán, pero una vez también fue héroe 177 veces, las 177 veces que defendió con honor la camiseta del Sevilla FC.
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