Renato Cesarini fue un futbolista afamado en los años veinte y treinta. Italiano de nacimiento y nacionalizado argentino, vivió su momento deportivo más glorioso con la Juventus de Turín, conjunto con el que logró levantar cinco campeonatos consecutivos entre 1930 y 1935. Tanta fue la repercusión de Cesarini que hasta Roma recuerda en una de sus calles su nombre en señal de eternidad.
Cesarini y la Unión Deportiva Las Palmas cada vez van encontrando más puntos en común. El término ‘Zona Cesarini’ se refiere a la habilidad de anotar en los minutos finales del encuentro. En un choque internacional entre Italia y Hungría en 1931, el propio Cesarini lograba el tanto de la victoria en el último instante. Ahí se ganó su popularidad el italo-argentino y etiquetó, con su saber estar en el momento indicado, a una selección italiana que nunca se le puede dar por muerta. Y menos cuando se acerca el ocaso tras la batalla. A Cesarini siempre se le esperaba. A los pupilos de Sergio Lobera, a tenor de sus últimas citas, también.
Ocurrió en Almería con el tanto de Murillo y ante el Barcelona B con otro gol agónico de Hernán. Este sábado la Unión Deportiva volvió a sumar puntos in extremis. Thievy Bifouma, en una jugada que no presagiaba semejante desenlace, lograría anotar para volver a invocar el espíritu del italiano. La mezcla entre el vértigo y el éxtasis de este curso está empezando a ser un habitual. Es imposible entender el actual estado de forma de la Unión Deportiva sin valorar la efectividad manifiesta en los últimos suspiros. No es una casualidad: el hambre que muestran los jóvenes pupilos de Lobera es insaciable.
Quien se pierde el final sabe que probablemente, con esta Unión Deportiva Las Palmas, se pierde un grito desgarrado de euforia. Una convicción que alimenta las esperanzas en dar un rugido definitivo con el ascenso a Primera. Quién sabe si en la ‘Zona Cesarini’.
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