El sueño del ascenso, roto por unos malnacidos (1-1)



La Unión Deportiva Las Palmas no ascendió a Primera División por culpa de unos salvajes. En el minuto 93 era equipo de la élite. Apoño adelantó al conjunto canario al inicio de la segunda mitad y, a falta de tres minutos para el final del partido, una invasión de campo produjo una suspensión parcial del partido. Tras la reanudación, el Córdoba anotó y rompió las ilusiones y los sueños de toda una Isla que llora de vergüenza y desilusión.

Momento en el que Uli Dávila le daba el ascenso al Córdoba / Samuel Sánchez (udlaspalmas.net)
Momento en el que Uli Dávila le daba el ascenso al Córdoba / Samuel Sánchez (udlaspalmas.net)

A falta de un minuto y medio la Unión Deportiva Las Palmas estaba en Primera División. Los amarillos habían hecho un partido completo, perfecto y encaraban con entereza los últimos minutos para celebrar el ascenso a Primera División. En ese momento, un grupo de doscientes jóvenes desalmados se cargaron el ascenso. Saltaron al terreno de juego, detuviron el encuentro y dieron alas a un Córdoba ante la perplejidad de los jugadores de la Unión Deportiva. El tanto en el minuto 94 rompió las ilusones. Un espectáculo bochornoso de doscientos descerebrados que han robado el sueño del ascenso a toda una isla.

Los relatos son inenarrables. Las Palmas había hecho todo para ascender. Un partido serio, adelantándose con un gol de Apoño. Trabajado en todas sus líneas. Perfectos. Pero había algo que no podía controlar: que un grupo minúsculo de sus propios aficionados armaran el taco y les quitaran lo que con tanto esfuerzo tenían en las manos. Fueron aproximadamente cinco minutos en el descuento con el riesgo de la suspensión. Ahí los amarillos se descentraron. El Córdoba sacó de banda para quemar su último cartucho: colgó un balón y Uli Dávila, tras un remate dentro del área, se aprovechaba de un rechace de Barbosa para escribir el guión más cruel de la historia del fútbol.


Hoy en el Estadio de Gran Canaria se ha escrito quizá el desenlace más cruento de la historia en el deporte rey. Unos acontecimientos que removerán, a buen seguro, los cimientos del Club y de la sociedad grancanaria en general. Unos grancanarios han roto el sueño de sus propios ciudadanos, de sus propios amigos. Un extremo patético que no hace sino realzar parte de la sociedad intolerable que vive en Gran Canaria. Unos hijos de la gran puta, porque no tienen otro nombre, han dinamitado a su propia isla.