Nuestro equipo está enfermo, pero se puede recuperar. El diagnóstico puede ser una fiebre amarilla.
Todo empezó en Cádiz, otro club amarillo que nos hizo pensar con el Ramón de Carranza que teníamos equipo. Pero era un espejismo, nos dio plantón el entrenador, Roberto De Zerbi se fueron las estrellas como Kevin-Prince Boateng y Roque, además de Quique Setién.
Ya teníamos un agujero, con Pako Ayestarán las derrotas se multiplicaron y el invierno nos quitó a Vitolo, Rèmy y Jonathan Viera. Quisimos traer a un ‘sin papeles’, Jorge Almirón. El gigante amarillo de China agravó al enfermo, se llevó a nuestra estrella, y mientras el submarino amarillo demostró que no somos un Ferrari de ese color, sino un renqueante tractor amarillo.
Pero nos queda un antídoto: el sacrificio, la actitud, el pundonor, la entrega, la sangre de la cantera, el empuje de los que llegaron, el esfuerzo, en fin… el orgullo amarillo, el coraje canario, la casta de un equipo que apuesta por correr, por jugar como mejor sabe y darlo todo, hasta el último suspiro. Estamos a seis victorias de estar en Primera, vamos a pelear sin dejar que se nos escape el agüita amarilla. Hay equipo, hay talento y hay remedio. Ya veremos el curso que viene como no repetir errores.
Ojalá que en este Tour de LaLiga, en el último partido contra el Girona, el equipo de los Pirineos, nos ganemos el maillot amarillo de las grandes gestas, y sigamos en Primera División. Hay antídoto y está en nosotros, el equipo, el entrenador, los jugadores, la afición. Todos. La primera aspirina será blanca, después que el equipo se levante.
por Javier Fernández de Angulo
Editor de la revista Gentleman en México
Ex director de GQ, y subdirector de ELLE y VOGUE en España
