Jiménez fue víctima de su propio discurso, por Cristian Gil

El cese de Manolo Jiménez al frente del proyecto de la UD Las Palmas puede llegar a comprenderse, o no. Cada persona que vive de cerca lo que sucede alrededor del equipo amarillo tiene una visión distinta de los hechos acontecidos desde el pasado verano, cuando el sevillano fue fichado, hasta el viernes cuando se dio carpetazo definitivo a su etapa en el club. En ese sentido, yo soy de los que piensa que, no por prematuro, este cambio iba a acabar llegando.

La sabiduría y el currículum del andaluz ponían sobre la mesa a un técnico que manejaba un registro futbolístico más práctico, pero efectivo. A pesar de ello, en una de sus múltiples comparecencias públicas a lo largo de su tiempo al frente del cuadro insular, señaló que lo importante era, por encima del estilo, ganar. Evidentemente, esa premisa no fue capaz de cumplirla porque de 14 partidos dirigidos sólo consiguió la victoria en 5 de ellos sin llenar el ojo del hincha.

Con frases del tipo «El fútbol es espectáculo» o «El fútbol es ganar», quiso hacernos ver que no importaba la manera de jugar, sino el conseguir que la UD fuese un equipo competitivo y convincente semana tras semana. También dejó claro en muchas ocasiones que la palabra fracaso estaría sobre la mesa en caso de no ascender y que, como dijo en una entrevista en el Diario AS, esta plantilla amarilla, la segunda más cara de la categoría, no podía «tener miedo a ser favorito».

Precisamente, toda esa palabrería se acabó convirtiendo en su propia tumba porque, al final, Jiménez nos vendió una cosa que no era a pesar de que la situación clasificatoria estuviese lejos de la urgencia. De hecho, con el paso de las semanas fue cambiando sus palabras hasta acabar diciendo que sus jugadores tenían demasiado nerviosismo, algo que debió de haber intentado controlar por su cuenta, y empezó a señalar que en Segunda era muy complicado ganar partidos.

Dejó de lado lo de que el «tiki-taka es una mentira» para pasar directamente al «a nivel de juego no estamos por debajo de nadie», un aspecto que demuestra que, según se fueron acumulando los problemas, bajó el tono de su sermón para no quemarse. Aun así, en su última rueda de prensa tras el partido ante el Granada prefirió excusarse en el «hoy hemos merecido la victoria» cuando la UD remató 7 veces a puerta por 14 de su rival esa noche.

A pesar de las circunstancias, sigo creyendo que Jiménez es un buen entrenador, pero en la isla es evidente que no dio con la tecla para hacer de esta plantilla lo que pregonaba. Y como por la boca muere el pez, el sevillano acabó dejando su sitio en el banquillo siendo víctima de su propio discurso.

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