La dura derrota en Lugo deja a la UD Las Palmas en una situación delicada tanto a nivel clasificatorio como anímico, dos aspectos que convierten el derbi ante el Tenerife en una final donde el perdedor quedará señalado.
Una película dramática. Una catarsis griega en forma de derbi. La UD Las Palmas estaba abocada a vivir su duelo ante el Tenerife como un choque de máxima importancia no sólo por lo que representa, sino también por la necesidad de victorias. Sin embargo, tras haber caído en el Anxo Carro, ese partido del próximo domingo se ha convertido en toda una final antes de Navidad para los amarillos.
Sin excusas y sin paños calientes, el cuadro que dirige Paco Herrera está obligado a dar un golpe sobre la mesa ante el eterno rival. Es el punto de inflexión definitivo que necesitan y el triunfo que puede ayudar a los insulares a cambiar su dinámica, al menos, a corto plazo para evitar que la crisis se alargue más allá del parón.
Es el estímulo que la afición necesita, son los puntos que le urgen a la UD y es esa pizca de confianza que los futbolistas anhelan para dejar atrás 11 semanas de auténtica zozobra. Sin embargo, la situación del Tenerife es bastante similar, por lo que ambos irán con el cuchillo entre los dientes a por un partido que pone en juego tres puntos así como el orgullo de dos contendientes en urgencias.
De ese modo, a los ingredientes habituales de un derbi se le añade ese toque de tragedia. Un empate no le resuelve la vida a ninguno, pero una derrota les dejaría bastante tocados a una semana de cerrar el 2018 futbolísticamente hablando.
Por todos esos motivos, Las Palmas ya no puede perder más tiempo y tiene ante sí la ocasión más clara de lograr esa victoria que aleje fantasmas, que ponga de manifiesto su mejoría y que realce su candidatura al ascenso. Es un choque de trascendencia, que puede marcar un antes y un después en la temporada, que dejará abiertas o cerrará heridas en una batalla que se presenta épica.