La UD Las Palmas vuelve a sumar un nuevo ridículo, y ya no es ni noticia. El ‘meneo’ del Albacete vuelve a destapar todas las vergüenzas de un equipo que ha bajado los brazos. Ya ni siente ni padece.
Ramírez debe estar pensando si se pone los guantes y las botas para saltar al terreno de juego y acudir al rescate cuál salvador de su proyecto. Porque tiene pinta que el equipazo que montó al principio de temporada se va a quedar como un solar antes de terminar la competición. Y alguien tendrá que arreglar este desastre, estando la Segunda B tan cerca.
Los amarillos están bajo cero, dando un nivel muy por debajo del mínimo en el fútbol profesional –ocurrió la pasada temporada también, y después de Setién anunciar su adiós–, y la imagen jornada tras jornada sigue empeorando. Ya parece ni doler a unos jugadores que bajan los brazos muy rápido cuando vienen mal dadas. Que ni creen en lo que hacen, independientemente del entrenador, compañeros o director deportivo.
Es hasta entendible cuando el presidente de la entidad declara abiertamente que toda la plantilla en venta y que la continuidad de todos está en duda. Con un nivel de confianza bajo, es un golpe bajo a la escasa moral de un grupo repleto de veteranos con la moral de un grupo de niños en una guardería. Un mal movimiento. Otro más.
No sería de extrañar que esta UD Las Palmas, quizá el equipo menos competitivo en estos momentos de la categoría, termine pidiendo la hora en las últimas jornadas. A su favor, un Reus descendido administrativamente y un Nástic y Córdoba prácticamente desahuciados. De lo contrario, otro gallo cantaría. El discurso podría ser peor si se pierde ante el Lugo. Una final la próxima semana.
Entraría dentro de lo natural el desastre: solo basta con mirar los últimos dos años, y la involución constante de la UD Ramírez. Solo queda rezar, aguantar y exigir cambios drásticos más allá de maquillajes que ya no convencen ni al núcleo duro legionario. ¡Qué calvario, Miguel Ángel!