El Numancia de Lugo, por Néstor CEBRIÁN



OPINIÓN | Ay Lugo qué bonita camiseta tienes, qué bien juegas al fútbol y qué pedazo de entrenador se sienta en tu banquillo. Durante el encuentro del pasado sábado se pudo sentir a los aficionados lucenses cantar ‘fútbol de salón’ y verdaderamente lo hacen, aunque no necesiten de salón ni de zapatos de claqué. Cuánta miopía en los despachos del Sardinero. El primer plano de la retransmisión fueron las nubes sobre el Anxo Carro y mi cuerpo se estremeció. Galicia merece más sol y menos barro y más si va la UD. Reconozco que con ese plano entré derrotado al partido. Son tantas las decepciones bajo la lluvia que las victorias en el norte sobre mojado para mí suponen épica espartana.

El año pasado en el mismo escenario vi al equipo que más me gustó de Segunda y no iba de amarillo (negro). No digo el mejor, que fue el Elche que en el Gran Canaria se me recordó a un boxeador al que no se le puede conectar ningún golpe y que en cuanto suelta el puño te deja como cuando al coyote se le cae un yunque marca ACME. El Lugo el pasado curso futbolístico fue una avalancha de golpes, por dentro, por fuera, te quita la pelota, se la queda para él y el otro equipo a verlas venir. Si a eso le sumamos la ausencia de Apoño el factor X de las tres victorias seguidas de los amarillos, las precipitaciones y el norte peninsular, el presagio era peor que una tormenta de ranas.

Y así sucedió, como el año pasado los gallegos redujeron el centro del campo de la UD a la nada. Como el año pasado se quedaron la pelota la movieron cómo y por dónde quisieron, entrando por las bandas, con paredes por dentro desquiciando a la táctica amarilla. Si a Setién le hubieran preguntado cómo prefiere a los rivales, seguro que se acercaría mucho a lo que fue Las Palmas. Tras una presión inicial de los amarillos, que duró una jugada, los lucenses pusieron la música y treinta minutos después acabó la fiesta. Asdrúbal –mediapunta derecha- fue el último escollo a superar por los lucenses dentro del área en el primer gol de Pita. En medio de esa esquizofrenia a la que sometieron los jugadores del cántabro Setién la UD pataleaba para intentar no ahogarse agarrada a una tabla de madera mientras los gallegos iban en fragata. Cayó el segundo, esta vez Renella y el árbitro bien podría haber pitado final. Confieso que apagué la tele, vociferé en lo que los lingüistas calificarían como arameo antiguo con acento guaraní y volví a encender ese electrodoméstico concebido por el mal.


Tras ese gol se jugó otro partido, “¿Pero no estábamos peloteando?” Le tendría que haber preguntado Lobera al árbitro, a ver si colaba. Momo sustituía a Javi Castellano, pero los amarillos estaban tan desconcertados que ni subían a presionar como con miedo a que volviera la lluvia de tollos. Así empezó la segunda parte, poco a poco se liberó de presión Las Palmas pero uno no sabe cuánto puso la UD y cuánto dejó de poner el Lugo. La jugada con más peligro la empezó Deivid como en Girona roba la pelota, se incorpora al ataque abre para Masoud y el mismo central remató en el segundo palo. El fútbol tiene estas cosas, un equipo que sin merecerlo engancha una jugada y se agarra a un partido del que estaba fuera a la media hora. Pero el balón no entró y el tren pasó. Bien pudo acercarse en el marcador en alguna otra jugada aislada pero eso no maquillaría lo que se vio, un señor equipo hecho y otro que está en construcción.

Sin embargo, a pesar de todo prefiero creer que el camino que viene Girona es el que andará el equipo, en el que supo jugar a controlar el partido por medio de la pelota, a defender y a lanzar el contraataque. El de un Vicente en cuarto creciente, el de Masoud y Apoño dominando el todo, Xabi Castillo tomando la banda, la sobriedad de Aythami y Deivid, el de Asdrúbal que siempre suma. A eso me agarro, porque lo de Eibar y Lugo deja mucho desasosiego.

[box size=»large»]nrobaina_200por Néstor Cebrián
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