83 días de soledad e incertidumbre


Hubo un tiempo donde la permanente sonrisa de Jonathan Viera no se dibujaba en su rostro. Al flamante nuevo refuerzo del Valencia, envuelto en parabienes en las últimas horas, le tocó saborear el lado amargo del fútbol. Un obstáculo clave para su formación y posterior proyección. Una época donde sus convicciones y miedos se fortalecieron a partes iguales. No le abandonaron ni sus allegados ni su balón Nike. Su mejor amigo durante su infancia.

Jonathan Viera Ramos (Las Palmas de Gran Canaria, 21 de octubre de 1989), o ‘Romario’ como se le conoce en su barrio, es un jugador de calle. De los que preferían jugar a la Play Station en la vida real. Era ineludible su mote debido a su parecido físico con el mítico jugador brasileño campeón en el mundial de Estados Unidos del 94, además de sus movimientos particulares en los rectángulos de juego. En La Feria todos empezaron a presumir de aquel pibe que, recién mudado al barrio, encandilaba los domingos en las canchas y a todas horas en la plazoleta.

«Si para mí tiene una virtud o defecto Jonathan es que se toma al pie de la letra las órdenes», apunta Tonono Rodríguez, director de Formación y Captación de la Unión Deportiva Las Palmas y apasionado al fútbol base grancanario. Al captar jugadores e incorporarlos a la cadena de la Unión Deportiva les entrega un Decálogo donde se enumeran buenas costumbres para llegar a ser futbolista profesional. También sucedió con Viera. Uno de esos puntos reza que tienen que dormir con el balón, como figura retórica.

En el Club un día recibieron el soplo que Viera seguía jugando a la pelota en su barrio con sus amigos, como había hecho toda la vida, extremo que tenía prohibido debido sus responsabilidades con el filial. Desvela Tonono que la justificación dada por el futbolista, a modo de anécdota, le sorprendió y causó gracia en la mismas proporciones. «Yo sigo a rajatabla la norma que siempre tengo que estar con el balón. Eso me dijo usted», le respondió Jonathan, quien se hacía fuerte en esa contradicción, acentuando la picaresca que le caracteriza dentro de los terrenos de juego como fuera de ellos.

«Él ama lo que hace. Ama el juego. Cuando dicen que Jonathan ha tenido desidia en algunos partidos con el primer equipo directamente lo descarto. Nunca tendrá desapego porque le encanta este deporte», sostiene el máximo responsable de la cadena. «Te reta en cualquier ejercicio donde él participa. Siempre he dicho que si la Unión Deportiva ha sido su escuela, su Universidad ha sido la calle», sostiene Tonono, quien entiende que esas costumbres «han incentivado su creatividad en ese juego que hace que despierte muchas de las virtudes que entiendo que debe tener un futbolista».

Apartado del filial

Entre el 28 de noviembre de 2009 y el 18 de febrero de 2010 Jonathan Viera  estuvo apartado de la disciplina de Las Palmas Atlético de Tercera División, equipo donde militaba con 20 años. El grancanario había llegado a la cadena de filiales de la Unión Deportiva Las Palmas siendo cadete y su vinculación con la entidad de Pío XII estaba próxima a expirar.

Pedro Bravo, representante de Jonathan, sabía que tenía un auténtico diamante en bruto entre manos. La entidad amarilla le había ofrecido un contrato tipo como al resto de canteranos de su generación para renovar hasta el año 2015 con unas condiciones previamente estipuladas. Bravo se negó en rotundo en esta opción, estimando que Viera, por su talento, se merecía una negociación distinta al resto. Pidió una vinculación de tres temporadas —hasta junio de 2013— y un aumento salarial, entre otra cosas, para que el joven ayudase a la economía familiar. El Club se negó. Y terminó apartado del conjunto de Víctor Afonso.

«En esa etapa en la que la Unión Deportiva le aparta nunca dejó de entrenar. Siempre estuvo con la misma ilusión y con las mismas ganas», desvela Tonono Rodríguez, figura clave que apostó a ciegas por su continuidad. Jonathan acudía todas las tardes después de la hora del almuerzo a ejercitarse en solitario en el campo del Barrio Atlántico, donde se formó en edad infantil y primer año de cadete. Allí, ayudado en la preparación física por su amigo Adrián, pasó el suave invierno de la Macaronesia.

Fueron días de permanente desgaste, enormemente difíciles para un jugador acostumbrado a disfrutar sobre los terrenos de juego. Esa dosis de placer futbolística había desaparecido para Viera de un plumazo. Las negociaciones estaban estancadas y, en ese momento, se desconocía hasta que punto se alargarían. La incertidumbre se apoderó del jugador de La Feria y de sus familiares.

Su entrenador en el filial, Víctor Afonso, asumió un papel intermedio. No abandonó los intereses legítimos del Club, pero tampoco dio la espalda a aquel proyecto de futbolista que deslumbraba en potencial. Significaba presente inmediato para su equipo que luchaba por volver a la Segunda División B tras su descenso, y futuro para la Unión Deportiva como institución.

En palabras de Zacarías Padrón, segundo entrenador en aquella etapa, el filial tenía dos caras. Una con Jonathan y otra sin él. «Para nosotros era el día y la noche», sostiene, desvelando que el filial acusó su ausencia en esos 83 días que estuvo apartado. «Jonathan tiene un don especial. Con eso se nace, eso no se entrena. Todos sabíamos que cuando se le diera la oportunidad en el primer equipo se haría el amo», apunta Padrón.

«Tanto Juani Castillo como yo sabíamos de su potencial por sus partidos en regionales con Las Palmas C. Se vió que era una futbolista diferente. Informes nuestros y de los técnicos aconsejaban que teníamos que atarlo porque tenía condiciones», señala Víctor Afonso, el cual en numerosas ocasiones acudió a sus entrenamientos en solitario para conversar con Jonathan y tratar que firmara por el representativo.

Durante los días que estuvo apartado no perdió el contacto con sus compañeros. Los sábados el filial entrenaba al lado de su casa, precisamente  en el campo de Barrio Atlántico. El nuevo jugador del Valencia se pasaba a saludarles, a dar ánimos y a ponerse al día. Mientras entrenaban él peloteaba lejos de los ejercicios, con la misma ropa casual con la que acudía. En el fondo tenía ansiedad por volver a la dinámica, por regresar a triangular y hacer diabluras junto a su amigo Vitolo cada domingo. Para nadie es fácil alejarse de su pasión. Para Viera tampoco lo fue.

La tensión en las negociación por la renovación que finalmente prescribiría su final en la Unión Deportiva continuaba. En el Club dieron un nuevo paso en las presiones e impidieron a Jonathan personarse, siquiera, por los entrenamientos a saludar al vestuario. La tirantez era evidente. El jugador era una futura estrella; alguien tendría que dar su brazo a torcer. Igual el Club debía ceder en sus pretensiones, sostenían algunos dirigentes. Pero, ¿todos en en el seno amarillo opinaban lo mismo?

División en Pío XII

Dentro de la institución su validez también se tornaba a debate. Los conocedores de Jonathan defendían que, por encima de sus exigencias, la Unión Deportiva Las Palmas no podía permitirse el lujo de dejar escapar un talento de su talla. Otros, con cargos más lustrosos en la Dirección Deportiva, mantenían que era un jugador de fútbol sala que se estancaría y no llegaría a ser profesional. Porque no valía para este deporte, defendían un actual cargo de Pío XII en la misma parcela y un ex director deportivo que salió por la puerta trasera de la entidad.

Pedro Bravo, su agente, siguió desafiando a la Unión Deportiva, informándoles de múltiples equipos que estaban interesados en el de La Feria. El Sevilla Fútbol Club disponía de informes positivos propios para incorporarlo a la entidad hispalense en ese impasse, además del aval de ‘Monchi’ y Víctor Orta, director deportivo y secretario técnico, respectivamente, conocedores de sus aptitudes. Finalmente decidieron no mover la última baza y rechazaron su fichaje.

En la entidad, mientras tanto, no querían sentar precedentes con futuras perlas de la Fábrica, pero los informes sobre Jonathan eran tan extraordinarios, y su salida de Gran Canaria tan factible, que tocó ceder. Miguel Ángel Ramírez, cuya palabra posteriormente sería definitiva para la renovación de aquel pibe que coleccionaba amor y odio dentro de su propio equipo directivo, desbloqueó finalmente la complicada situación.

Renovación y consagración

El 18 de febrero de 2010, 83 días después del comienzo de las hostilidades, el representante de Jonathan Viera y la Unión Deportiva Las Palmas sellaron la paz. Viera renovaría hasta junio de 2013 con el representativo fijándose su cláusula de rescisión en seis millones de euros. Desde la entidad como desde el entorno del futbolista, que acababa de firmar su primer contrato profesional, se dieron por satisfechos en líneas generales.

Esta renovación llegó justo después del anuncio del presidente amarillo de apostar por un proyecto de cantera que se iniciaría en la temporada 2010-2011 ad futurum. ¿Sería aquel pibe de La Feria, después de una dura negociación, la piedra filosofal en la que orbitaría el nuevo proyecto que diseñaba Ramírez?

Lo cierto es que Jonathan pronto comenzó a crecer como futbolista, como persona y a creer en sus posibilidades. «Valió la pena todo el esfuerzo que se hizo para retenerlo», señala Víctor Afonso, que disfrutaría de sus peripecias en un final de temporada espectacular de la vela chica bajo la brújula del habilidoso futbolista.

«Estuvo apartado prácticamente tres meses; el día que volvió fuimos a jugar a Tijarafe y él solo ganó el partido. Sabíamos que era el jugador que nos daba el flujo necesario en ese momento para jugar la promoción de ascenso a Segunda B», relata Zacarías Padrón. Los enfrentamientos se sucedieron y Las Palmas Atlético cumplió su objetivo clasificándose para el play-off.

Marinaleda, Marino de Luanco y Peña Sport fueron los rivales, ronda por ronda, a batir. Jonathan se erigió en un auténtico héroe en las eliminatorias. Marcó siete tantos en cinco partidos. El último se lo perdió por lesión [en la imagen siguiente se ilustra el momento]. «Habríamos ascendido con la gorra», resalta Padrón al respecto de su ausencia en el definitivo partido de vuelta de la final. «Solo hacía falta un gol», indicó tras perder 2-1 en Navarra. Padrón, sin embargo, recuerda su participación en Marinaleda y Marino de Luanco donde maravilló. «En ambos partidos, llegó, aguantó abucheos, insultos y agravios. Pero cuando le cambiábamos al final del partido todo el Estadio se levantaba en pie aplaudiéndole. Le sacaron a hombros, como quién dice», relata el por entonces segundo entrenador.

Madurez

Esos 83 días de soledad e incertidumbre sirvieron a Jonathan Viera para progresar mentalmente. En ello coinciden Tonono Rodríguez, Víctor Afonso y Zacarías Padrón.

«Jonathan se ha ido cocinando a fuego lento. Siempre ha sido un jugador sencillo, humilde. Es un chico con muchísima personalidad. Él nunca ha dudado que sería futbolista y se iba a sacrificar por ello», resalta Tonono, quien considera que «ha ido madurando con el paso del tiempo», y que esos días le ayudaron a centrar sus ideas.

Mismo argumentario que el de Víctor Afonso. «Jonathan quería ser futbolista profesional: venía de una familia humilde, tenía dificultades económicas y lo tenía presente para sacar a sus allegados adelante. Él peleaba no solo por su futuro, también por el de su familia. En eso sí le entendí. Los tres meses le sirvieron para madurar y saber lo que quería», relata Afonso, quien cree que la situación «le vino bien para saber quiénes están con él y quiénes le apoyaban. Son momentos de reflexión y seguro que con eso ha madurado. Estoy convencido que desde entonces es mejor futbolista desde el aspecto mental. Viera ha luchado por su sueño», manifiesta.

Para Zacarías Padrón esa fortaleza que se consigue en la soledad no fue determinante, «pero sí muy influyente en su cambio a nivel deportivo y a nivel psicológico. Fue renovar, empezar a jugar y comenzar a fascinar con su juego preciosista», subraya.

En junio de 2010 sube al primer equipo, todavía con el sabor agridulce de no consumar el ascenso con la vela chica después de unas magníficas actuaciones personales. Junto a él, Aythami, Vicente Gómez, Juanpe y su fiel amigo Vitolo. Serían la avanzadilla de un proyecto de cantera basado en la urgencia, motivado por una crisis económica cada vez más galopante. A pesar de todo, el proyecto sigue fortaleciéndose, en ideales y resultados, gradualmente.

La Unión Deportiva Las Palmas, ante el espectacular impacto que causó en sus primeras apariciones en Segunda División de la mano de Paco Jémez —incluso fue convocado por la Selección Española sub-21 de Luis Milla—, trató de negociar nuevamente su contrato con el fin de ampliarlo. Sin embargo, estaba destinado que toda la erosión acumulada sería definitiva para no llegar a un nuevo acuerdo.

El Valencia anunció su fichaje por 2,5 millones de euros y confirmó lo inevitable. Bajo el imaginario colectivo quedará una frase que sacó desde el alma: «el día que no disfrute del fútbol lo dejaré». Porque Jonathan se siente parte de un juego que ha interiorizado y del que depende su felicidad. Lo aprendió durante 83 días en el ostracismo. Hoy es un lema que lleva grabado a fuego en su mente.

 

Gonzalo Moreno, el mentor de Viera

Gonzalo Moreno, presidente del Barrio Atlántico, club del fútbol base grancanario


Gonzalo Moreno y Jonathan Viera fraguaron hace muchos años una amistad sincera. Durante los 83 días que estuvo apartado le apoyó, le cedió las instalaciones del club que preside y ejerció de mentor. 


Jonathan le transmitió a sus más allegados el dolor que le causó ese tiempo de inactividad, de esfuerzo en solitario con la incertidumbre del futuro merodeando su cabeza. Junto a él siempre dispuso de la amistad sincera de Gonzalo Moreno, presidente del Barrio Atlántico, un club modesto del fútbol base grancanario donde el nuevo flamante refuerzo del Valencia se moldeó en edad infantil y primer año de cadete. Moreno le cedió las instalaciones de su club para que se ejercitara cuando creyera conveniente.

«En esos tres meses le dimos nuestro corazón. Él estaba muy contento y siempre fue muy agradecido con nosotros», esgrime el presidente del Barrio Atlántico, quien le abría la cancha a Jonathan para que «se entrenara y estuviera en forma hasta que se arreglaran los problemas», revela Moreno. Por sus manos también pasaron futbolistas como Carmelo, Ione Jiménez o Poncho en su cadena.

Para Gonzalo Moreno, que reclutó a Viera en infantiles tras mudarse a La Feria, tampoco fue un trago sencillo. «Como jugador canario que es, como una persona del fútbol canario que me considero y seguidor de la Unión Deportiva Las Palmas que soy, cuando apartaron del club a Jonathan Viera fue un jarro de agua fría. Yo le abría las puertas. Le dimos todo lo que pudimos», añade el presidente de la asociación deportiva capitalina, jubilado de la Embotelladora de Canarias, con más de 35 años al frente de la entidad.

Para Moreno esos días le sirvieron a Jonathan para crecer mentalmente. Nadie mejor que él para dar fe de lo que allí sucedía. «Él sentó mucho la cabeza. Yo sabía como era: fue creciendo, seguí sus pasos en el filial, hasta ser el jugador que es hoy en día», mantiene. «En aquella época Jonathan tenía la cabeza vacía, como cualquiera de su edad. Aquello le sirvió para madurar. Me quedé asombrado con sus últimas declaraciones, da sensación de haberse convertido en un hombre», manifiesta Moreno, mentor en las citadas épocas del grancanario.

«Frío» al conocer su fichaje 

Gonzalo revela que sintió una enorme satisfacción cuando se confirmó su marcha al Valencia. «Cuando Miguel Ángel Ramírez habló por la televisión sentí hasta frío. Sentí una alegría enorme por Jonathan«, se sincera el presidente del Barrio Atlántico, sabedor que su deseo era jugar en Primera División.

El traspaso le confiere también a su equipo el derecho de reclamar un diminuto porcentaje —un 1%— del mismo por concepto de formación, aunque desconoce exactamente cuál será el montante final. «Todo lo que venga, bienvenido será», sentencia Moreno.

Jonathan Viera dejará una huella imborrable en el Archipiélago tras participar únicamente dos temporadas al alto nivel. Tonono Rodríguez, director de Formación y Captación, apunta que en la base amarilla los jóvenes canteranos imitan sus gestos técnicos. «Ha sido un referente para todos los niños. Además, es un chico cercano, muy natural, que se relaciona con todos con humildad», resalta. Quizá ese legado, ser espejo futbolístico para futuros cracks, sea el mejor que deje en la Isla. Viera se va con su fútbol al Mediterráneo, pero en Gran Canaria siempre se recordará su magia. •

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[N. del A.] Las imágenes que ilustran este artículo son de Miguel Ángel (Mykel), Samuel Sánchez y Carlos Díaz.











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