
Últimamente, cuando voy al Estadio de Gran Canaria, siempre me sucede lo mismo: el recuerdo de mi primera visita al Estadio Insular, para ver por primera vez en mi vida jugar a la Unión Deportiva Las Palmas, me asalta. Rememoro el olor del césped recién cortado y evoco la visión del recinto al asomarme por el vomitorio. Recapitulo y vuelvo a sentir la emoción de aquel día, la ilusión por ver jugar a Pepe Juan y a Koke Contreras. Me acuerdo del rival, el Barcelona Atlético de Calderé, y creo que no me olvido ni siquiera del resultado (3-1, con victoria para el equipo amarillo).
Esa evocación que me aborda, en ataques fugaces de nostalgia, me acompaña desde 1984. 25 años en los que, por inercia, por error, por acierto, por imperativo, por ganas, por obediencia, por naturalidad o por despiste, me he desprendido de buena y mala gente, de cosas útiles e inútiles, de recuerdos mejores y peores, de sensaciones dulces y amargas, de experiencias geniales y nefastas. En definitiva, desde aquella primera visita al Estadio Insular hasta hoy, he seguido mi camino, con más o menos acierto, pero siempre con la Unión Deportiva Las Palmas como pieza fetiche de mi mochila.
Tal vez, si se analiza de manera fría y distante, puede que mi devoción por la Unión Deportiva Las Palmas no tenga mucho sentido. En estos 25 años, el equipo no ha ganado ningún título. En Primera división sólo ha jugado cuatro temporadas. Lo de clasificarse para una competición europea siempre ha sido una quimera. Y los disgustos han sido muchos y notables [el primer descenso a Segunda B fue duro, muy duro, de encajar]. Pero, sin ser tener una base científica, creo que lo me sucede tiene una explicación válida: lo que me pasó aquel día de 1984, sin lugar a dudas, fue un flechazo.
La Unión Deportiva Las Palmas me puede encabronar. Me puede hacer tragarme cuatro temporadas consecutivas en Segunda B en la Grada Curva. Me puede desilusionar y me puede reventar, durante un buen rato, un fin de semana. Me puede aburrir y hasta me puedo sonrojar si cae goleada. Me avergüenzo cuando, por culpa de algún inútil o de algún tipo sin escrúpulos, es noticia habitual entre escándalos. Pero por muchos disgustos que me dé, el día que la Unión Deportiva juega no puedo mirar para otro lado [aún me veo en un hotel de Tokyo, en septiembre de 2007, intentando entenderme con el recepcionista para que se conectara, durante un instante, con su ordenador a Internet y así poder saber cómo había quedado el equipo ante el Nàstic de Tarragona (1-0, con gol de Trashorras].
Y como esto -a estas alturas del partido- veo que ya no tiene solución, me entrego a la causa. Me entrego convencido de que algún día, más pronto que tarde, la Unión Deportiva Las Palmas volverá a brillar en Primera división. Estoy seguro de que en el Estadio de Gran Canaria gozaré de tardes de fútbol como las que un día disfrutaron -y me contaron- en el Estadio Insular mi padre o mis hermanos mayores. No lo dudo y sé que el Real Madrid y el FC Barcelona volverán a caer de nuevo ante una Unión Deportiva Las Palmas que regresará a Europa para participar en alguna competición continental.
Pero antes de que el futuro -idílico o vulgar- se presente, no sería un mal ejercicio recapitular y retomar la cita en latín que marcó la pauta en el acta fundacional del club: Vis unita fortior [La fuerza de la unión es la más poderosa]. En 1949, hace 60 años, Marino CF, Real Club Victoria, Atlético Club, CD Gran Canaria y Arenas Club dejaron atrás piques y discrepancias para dar forma a una entidad singular, única, y que es patrimonio de todas aquellas personas que la estiman como un sentimiento.
Toda esa gente, todos los que viven la Unión Deportiva Las Palmas como algo suyo, como un compañero imprescindible, encontraron hace casi ocho años [el 25 de noviembre de 2001] cobijo para lucir con orgullo su pasión por el equipo amarillo en Internet. El lugar, www.udlaspalmas.net. Y su creador, Miguel Hernández. Esta página web, que hoy estrena diseño, se ha convertido en punto de encuentro y de debate para los aficionados de la Unión Deportiva.
Aficionados veteranos y seguidores más jóvenes han discutido en su foro por el fichaje de más de un futbolista. Otros han encontrado en su portada una recopilación de noticias sobre la actualidad del club. Y todos, cuando la entidad estaba cerca de la defunción, se empeñaron desde esta atalaya en gritar bien alto que la Unión Deportiva Las Palmas no desaparecerá nunca, que el sentimiento que genera no morirá jamás.
Así que aquí nos seguiremos viendo. Y aquí, con el ambiente de las gradas del Estadio Insular, seguiremos penando por las derrotas y seguiremos disfrutando de las victorias de la Unión Deportiva Las Palmas.
Martín Alonso es periodista del diario digital CanariasAhora.es.