Los ‘Argentinos de Oro’ recibieron este martes un digno reconocimiento ante el público del Estadio de Gran Canaria con la máxima distinción de la entidad amarilla. Miguel Ángel Ramírez impuso la Insignia de Oro y Brillantes a Brindisi, Wolff, Fernández, Wolff y Carnevalli en una emotiva escena.
Sus caras sonrientes lo decían todo. Estaban en su casa, ante su público y el calor aumentó en una fría noche en Siete Palmas. Salieron los cinco argentinos escoltados por Ramírez y Germán Dévora camino del centro del campo al descanso. Los aficionados se pusieron en pie. Era un momento para ovacionar hasta quedarse sin manos a aquellos foráneos que ayudaron a escribir las páginas más lustrosas de la Unión Deportiva Las Palmas de su historia.
Las sonrisas de los argentinos pronto se convirtieron en muecas para evitar mostrar una evidente emoción. Aparecieron las lágrimas, era inevitable. Y el momento cúlmen del acto, la imposición de la insignia, todavía no había llegado. Teodoro Fernández, héroe de la semifinal ante el Sporting, aplaudía a las gradas del Estadio de Gran Canaria. Morete se mordía los labios de la emoción y Carnevalli rompía a llorar. «El cariño recibido estos días es algo impagable», comentaba Wolff en las ondas. Brindisi se paró para observar una pancarta de Ultra Naciente diseñada para la ocasión: «Nuestros padres soñaron con ustedes, hoy nosotros se lo agradecemos».
Llegaron al círculo central. Se pusieron en fila, de espaldas a la grada Sur, y uno a uno fue recibiendo la Insignia de Oro y Brillantes, impuesta por Miguel Ángel Ramírez. Primero Teodoro, luego Carnevalli, Wolff, Morete y por último Brindisi. Todos ellos se abrazaron efusivamente con el presidente amarillo.
Volvieron sobre sus pasos para fotografiarse delante de la Naciente, con el público completamente entregado entonando los cánticos habituales del Gran Canaria. Con el cariño de todo un pueblo se marcharon. Los argentinos eran leyenda, pero este sábado se convirtieron en eternos.
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