El hundimiento de Vidales

Javier Vidales, dirigiendo un entrenamiento
Javier Vidales, dirigiendo un entrenamiento

A base de malos resultados, planteamientos desordenados y desafortunadas declaraciones, Javier Vidales enterró su elaborado prestigio como secretario técnico. El ya ex entrenador de la UD Las Palmas cavó su propia fosa provocando una ruptura total con la afición.

Llegó al banquillo en diciembre, tras la sospechosa destitución de Juan Manuel Rodríguez en una tensa y polémica mañana de reuniones en el vestuario. Su llegada, pues, no pudo ser más polémica.

Sin embargo, pronto enderezó el rumbo. Tres victorias consecutivas ante Celta, Alicante y Albacete hicieron rebosar de ilusión a la afición amarilla, incluso con el ascenso. Sus explicaciones tácticas en la rueda de prensa parecían destilar sabiduría por los cuatro costados.

Tres empates seguidos frenaron la euforia. Poco a poco, los pasos en falso se fueron multiplicando y el camino se llenaba de baches. Sus planteamientos mareaban a cualquiera. Del 4-3-3 al 4-4-2, del 4-4-2 al 4-3-3, y así sucesivamente sin un guión claro.

El ideal de presión en todo el campo y juego directo que planteó en sus inicios fue dejando paso a un apático planteamiento. El equipo no jugaba a nada, no había un libro de estilo. Los jugadores no sabían qué hacer con el balón. Pese a las malas actuaciones de algunos de ellos, siguió empeñado en dar continuidad a los mismos, sin dar alternativa a otros que habían destacado en la época de Juan Manuel Rodríguez. Jugadores como los gemelos Suárez o Saúl fueron ninguneados.

La falta de tino en el banquillo fue relevada poco a poco con sus palabras desafortunadas en rueda de prensa, en las que incluso invitaba al presidente a destituirle. Antes del derbi canario hablaba de ir a la isla vecina disfrazados de «drag queens», después elogiaba a la «envidiable» afición del Tenerife. Ante el Hércules, dos meses antes, había hecho algo similar. Se incrementaba, así, el divorcio con la hinchada amarilla, fractura que ya era patente con el resto del club y, sobre todo, con la dirección deportiva.

Las dos últimas derrotas, su visible desgana en los entrenamientos y, sobre todo, sus palabras de hace una semana («Me mandaría a tomar por el culo como entrenador si fuera el que mandara») le han acabado sentenciando. Pese a que se pensaba mantenerle en la secretaría técnica, su crédito se gastó y su destitución parecía la mejor solución para calmar los ánimos. Al final, el presidente le hizo caso.











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