
Tenerife y Las Palmas llegan al ecuador de la temporada transmitiendo una pésima imagen y un fútbol insípido. El derbi de las necesidades llega en el peor momento de la competición, futbolísticamente hablando, para ambos equipos. El Tenerife no levanta cabeza. Un enfermo que quizás lleve demasiado tiempo en la UVI. Más que esfumado el ambicioso objetivo del ascenso, el conjunto blanquiazul se agarra al clavo ardiendo de ganar ante su eterno rival para empezar a escalar posiciones y evitar la quema de la 2ºB.
Por su parte la UD, con un entrenador, Paco Jemez, más que cuestionado, afronta el partido como una final. Los insulares llevan desde el 27 de Noviembre sin saborear una victoria, y aún más catastrófico es que de los últimos 18 puntos posibles, sólo ha sumado uno.
No ha pasado tanto tiempo desde aquellos primeros meses en los que se aplaudía el juego desplegado en el Gran Canaria. La afición vitoreaba a sus jugadores y los despedía con ensordecedoras ovaciones. Más de uno hubiera dado la vuelta al ruedo. Ahora es necesario ir al estadio con pañuelos blancos para despedir al equipo. Los “diablillos amarillos” han pasado a un segundo plano y parece que el capitán del barco, su entrenador, va dando bandazos de un lado a otro intentando controlar el timón sin éxito.
La derrota de ambos equipos sería el resultado más apostado. No hay ideas en el Tenerife, y las pocas que había en la UD han desaparecido. El equipo se mantiene gracias a un triángulo equilátero. Una figura que ya no existe. Cejudo viajó a Pamplona para triunfar en Primera, Vitolo no volverá hasta el año que viene y el tercero, y más importante, Jonathan Viera, se siente sólo, desabrigado, sin flotador y mirando al horizonte pidiendo ayuda, viendo impotente como el barco, que hace poco navegaba hacia la 1º División, se hunde poco a poco.
Sin estos tres socios, Paco Jémez no ha sabido levantar el vuelo. El juego alegre de principio de temporada ha dado paso a los minutos infumables que presenciamos ante equipos de no tanta entidad –Ponferradina, Numancia, Córdoba…, entre otros– que han hecho que tras varios meses de tranquilidad, el Estadio de Siete Palmas vuelva a ser una caldera.
El derbi es la vitamina que necesitan estos dos pacientes. Los aficionados no tiran la toalla y siguen confiando en los pibitos criados en Barranco Seco. Ellos pidieron a principio de temporada apoyo, ánimo y comprensión. Se les ha dado, pero, ¿hasta cuándo?
El derbi hace y deshace. Genera alegrías y tristezas, dudas o confirmaciones. Esto es el fútbol y esto sólo lo puede generar un partido, con tanta historia e intrahistoria, como un CD Tenerife – UD Las Palmas.
El que salga tocado el domingo tendrá que empezar a rezar sus oraciones y poner velas a la virgen de su tierra, o resignarse a pagar las dos monedas que exige el barquero Caronte, como peaje para guiarlos por el río de las tinieblas que conduce a la Segunda División B.
Por Jesús Izquierdo, periodista de Radio Marca Las Palmas
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