La plantilla confeccionada por la UD Las Palmas para esta temporada es la más equilibrada de los últimos 10 años, incluso por encima de la del ascenso, en la que Ortuño y Viera llegaron al equipo en invierno para compensar las carencias que tenía el equipo de Paco Herrera.
Un equipo plagado de jugadores con cierta veteranía (Rubén Castro, Araujo,Timor, Cala, Raúl Fernández) que no viejos, hacen del equipo insular uno de los grandes atractivos de LaLiga 1|2|3. Es por ello que desde el principio de la temporada los rivales han dado como favoritos a los grancanarios.
Con un estadio de Primera División y una ciudad que merece no salir de la máxima categoría del fútbol español, es normal que la afición y los periodistas sean exigentes con el equipo. Hay que recordar que en la isla llegaron a jugar clásicos del fútbol español de la talla del Turu Flores, Juan Guedes, Tonono, Valerón, Carnevali, Jonathan Viera o Brindisi entre otros. Es muy difícil no ser exigentes con un club que durante la mayor parte de su historia ha sido admirado por otros equipos debido al juego tan particular que desplegaban en el campo. Y hablo en pasado pero todos saben que no hay que remontarse muy lejos, ni tener ochenta años para poder encontrar una Unión Deportiva Las Palmas atractiva y que hacía disfrutar a los aficionados al fútbol, fuesen del equipo amarillo o no.
Está claro: los ciclos van cambiando, unas veces se tendrá plantilla para practicar un juego vistoso y divertido; en otras ocasiones un fútbol más práctico y resultadista. Pero lo que nunca va a cambiar es la exigencia de una grada que vio caer a los mejores futbolistas en el Estadio Insular, que logró salvar un club que estaba moribundo y al que ya le habían dado la extremaunción. Así que sí, si no se juega bien y además se pierde, van existir críticas, les guste más o menos a los jugadores o al entrenador que ocupe el banquillo.
En estos momentos todo lo que sea unión es justo lo que necesita el equipo. Ya sea un asadero para hacer piña, un recibimiento a la guagua o simplemente ganar el sábado al Numancia, porque ya se demostró el año del ascenso: si uno cree en sus propios sueños, es más fácil poder cumplirlos.
Quizás un poco de calma viene bien, pero no después de la tormenta, sino mientras esta causa estragos, para no incrementar su poder. Olvidemos las Champions «conseguidas» y el afán por destituir a un entrenador en la jornada nueve, con el equipo quinto.